Por Marisol García Junio 2, 2017

Mariza en vivo. Martes 6 de junio, Teatro Nescafé de las Artes, 20:30 h. Venta de entradas en www.ticketek.cl.

Tienta acomodarse en la idea de que el fado es un género musical hermoso, aunque antiguo y estático, al cual se le homenajea en lo que no son más que ejercicios de estilo. Se entiende: sus grandes voces, las más internacionales, callaron hace al menos dos décadas (Amália Rodrigues murió en 1999), y la impronta de su sonido nos suena a los extranjeros como un solo y admirable monolito, aunque la comparación con piedra sea injusta para su esencial cadencia.

El caso es que el fado vive hoy no sólo en voces jóvenes que lo tributan, sino en cantantes, guitarristas y autores que tienen en sí mismos marcas distintivas, y entre los cuales la lisboeta Mariza —quien en rigor nació en Mozambique, pero ha vivido sobre todo en la capital portuguesa— es prueba vibrante de frescura. Basta verla en Fados, el saludo fílmico que hace diez años le rindió al género Carlos Saura. Se entiende que la cantante está frente a la cámara para saludar a una tradición muy anterior y muy superior a ella misma, pero de todos modos consigue hacer de la situación una cita propia, con el énfasis de sus gestos, del melisma de su voz, de ese pelo color plata que habla, quizás, de un Portugal no dispuesto a rendirse a la postal de la convención turística. Tenemos ahora la ocasión de su debut en nuestro país en coincidencia con la promoción de un disco de 2015 (Mundo) y una acumulación de premios recientes en los que es mejor no reparar, por cuánto daño le hace a veces el torpe cruce de la oficialidad de la industria a lo que esta misma tan desdeñosamente ha llamado world music, y que es mejor conocer en su emoción esencial, le guste a quien le guste. Con Mariza, incluso el inconformismo resulta evocador.

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