Por Víctor Hugo Moreno // Fotos: Víctor Ruiz Abril 21, 2017

El teléfono de la vieja casona de calle El Gobernador aún recibe llamados de antiguos clientes pidiendo hora para el sastre. Personas que por años sólo se vistieron bajo la supervisión y talento de don Luis Aedo. Pero hoy su taller descansa. La máquina de coser se apagó y el fino dedal donde se afinaba cada detalle del traje se guardó. No hay hora disponible.

Luis Aedo, el sastre, fue uno de los representantes más importantes de este oficio que hubo en Santiago durante la segunda mitad del siglo pasado y que funcionó hasta  el 2014. Fue el primero en llevar el taller de las oficinas cerradas (casi clandestinas) a la calle. Quiso sacar a la luz su trabajo, creando la vitrina de la Sastrería Aedo. Y por ello, desde su primera sastrería de calle Santo Domingo, se trasladó a Luis Thayer Ojeda en 1971 para instaurar este nuevo concepto en el oficio. Y con buenos resultados. Desde ese día, el teléfono de su taller, que siempre estuvo en su casa del barrio Pedro Valdivia Norte, nunca dejó de sonar. Importantes clientes del mundo empresarial, político y también de la farándula acudían a él. Sabían que cada centímetro del traje sería trabajado a la perfección.

Hoy, don Luis, de 85 años, pasa sus días en una casa de reposo, descansando del sonido de las máquinas. Pero su familia no quiso guardar en una bodega su taller para que el polvo lo empezara a carcomer. Había que conservar la historia. Había que rendirles un homenaje a esos años de incesante trabajo del sastre. Y se les ocurrió una idea.

“Queremos que todo el servicio sea de excelencia y a la medida del cliente”. , Sus dueños

Su hija, la abogada Lorena Aedo, junto a su marido, el periodista Juan Pablo Rojas, venían pensando hace tiempo llevar a cabo un emprendimiento en la casa familiar. En ella aún vive Marta Rivera (79), la señora de don Luis. Ella no quería moverse del barrio de su vida. La venta estaba descartada. Y allí surgió la idea: convertir el taller del sastre en un hotel, conservando cada elemento que le dio vida por más de 50 años. Y así nace Hotel La Sastrería, recientemente inaugurado el pasado 16 de marzo en un evento al cual asistieron tres sastres aún en ejercicio.

En la entrada del hotel de inmediato uno percibe la historia del sastre. La estantería de la cocina americana donde se sirve el desayuno es la misma donde don Luis guardaba los hilos y las telas para sus trajes. En el patio interior, un mueble exhibe su colección de dedales, resaltando uno muy especial: el dedal que por 50 años ocupó. Y en la azotea se habilitó una terraza que recibe a los pasajeros con el enorme letrero de Sastrería Aedo.

Las cinco habitaciones del hotel tienen el nombre de algún concepto de traje. Está la habitación Príncipe de Gales, inspirada en el refinado trabajo para prendas de negocios. La manta que cubre su cama de dos plazas es una fina tela que se usaba para ese tipo de confección. También se encuentra la pieza Algodón, de tonos más juveniles y relajados. Y al subir al segundo piso impresiona el enorme espejo colgado de la pared, donde cada cliente meditaba junto al sastre sobre los detalles que le podían faltar al traje.

Pero el hotel también pretende crear un nuevo concepto de barrio para atraer a turistas que buscan algo distinto de Santiago. Por ello la idea de sus dueños es poder integrar un restaurante para hacer actividades especiales, como catas de vino, cervezas o comida chilena. También ofrecerán paseos en bicicletas, tours gastronómicos o culturales. Todo a la medida del visitante, explican, pues la idea es trabajar en detalle cada una de las demandas de los huéspedes, tal como lo hizo por 50 años don Luis con sus clientes, buscando la perfección en cada corte. Y el hotel apunta a esa misma elegancia, intentando brindarle, además, un nuevo aire al barrio, con el fin de que los extranjeros se atrevan a cruzar el Mapocho, dejando por un momento de lado el opulento mall que tienen de vecino.

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