Por Alejandra Costamagna Febrero 24, 2017

El peluquero manipula la tijera y vemos cómo una de las trenzas de Carmela es cortada de cuajo. No se trata sólo del relato de la situación, sino que observamos en detalle y podemos palpar, incluso, la microescena de La pérgola de las flores. Es una de las virtudes del formato pop-up, que incorpora la tridimensionalidad y permite al lector interactuar con el objeto desplegado. Fue esta la técnica escogida por el actor Pasquinel Martínez para adaptar algunos montajes emblemáticos de la dramaturgia nacional. Convocó así a la actriz y antropóloga Macarena Barros, y juntos escogieron tres títulos representativos de distintos momentos históricos: además del clásico de Aguirre, optaron por Cinema Utoppia, de Ramón Griffero, y Hechos consumados, de Juan Radrigán. Y en 2015 obtuvieron un Fondart para crear la primera colección de libros teatrales pop-up en Chile (en Facebook su fanpage es: @popup.chile), cuyos títulos estarán disponibles en bibliotecas públicas a partir de mayo, pero ya iniciaron una preventa.

Al proyecto también se unieron Soledad Lagos, como dramaturgista; la artista Aurora Muñoz en la ingeniería de papel; Juan Andrés Rivera y Felipe Olivera, de la compañía Los Contadores Auditores, en las IMG_7331.jpgilustraciones y el diseño gráfico; y Felipe Arancibia y Bernardita Olmedo en el registro documental. Acaso la mayor motivación del grupo fue resguardar el valor patrimonial de las obras en sus montajes específicos, con sus diseños, vestuarios y escenografías originales. En el caso de La pérgola…, el equipo recurrió a diversos archivos y documentación de la época, facilitados por los herederos de Aguirre. Para Cinema Utoppia se reunieron con Griffero y estudiaron meticulosamente su dramaturgia del espacio y la propuesta del escenógrafo Herbert Jonckers para este hito del teatro de los 80. Y, en el caso de Hechos consumados, además de juntarse con Radrigán, trabajaron con Alfredo Castro para interiorizarse de la puesta en escena de 1999: una obra de corte minimalista, que remarcaba la atmósfera de desasosiego y la trizadura interna de los personajes.

A diferencia de lo que ocurre con las películas, los libros o la pintura, es casi imposible reproducir al cien por ciento las particularidades del hecho teatral y su contexto. El pop-up permite, al menos, acercarse a esa experiencia a través de la tridimensionalidad y el despliegue de las ilustraciones. Y eso es, al final, lo que está detrás de esta iniciativa: recrear la ilusión del teatro y proyectar, frente a nuestros ojos lectores, un momento escénico hecho de papel.

Los libros pueden ser encargados desde ya escribiendo a librosmonomonono@gmail.com

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