Por Rafaela Lahore Febrero 24, 2017

Tres días y una vida, de Pierre Lemaitre.

A veces, una reacción estúpida, impulsiva, un arranque de rabia, puede determinar nuestras vidas. Eso le sucede a Antoine Courtin, un niño de doce años que vive en Beauval, un pueblo situado en el corazón de un bosque francés. Basta leer las primeras páginas de Tres días y una vida (Salamandra), del francés Pierre Lemaitre, para descubrir el detonante de la novela: una tarde, Antoine, sin premeditarlo, casi sin darse cuenta, asesina a Rémi, su vecino adorable de seis años. El crimen es sólo el comienzo, porque la novela trata, sin dudas, del después.

¿Cómo carga un niño con la conciencia de ser un asesino? Desde el momento en que Antoine revienta un palo contra la sien derecha de Rémi, vive con la angustia constante de ser descubierto. Después de todo, el miedo funciona como un gran disparador de fantasías y Antoine no deja de imaginar aquello que más teme: el momento en que su madre, los padres de Rémi, sus amigos y el pueblo entero encuentren el cuerpo del niño y descubran que él lo mató. Lo angustia el momento en que él, un muchacho de pueblo, amante de las casas en los árboles y de los perros, se convierta en el personaje que destellan los televisores de toda Francia y entonces sí, sea recordado para siempre como Antoine Courtin, el asesino de niños.

Mientras se buscan pistas de la desaparición de Rémi, algunos personajes parecen no querer saber realmente qué sucedió (la ignorancia, claro, es la forma más perfecta de protegernos). Y Pierre Lemaitre le hace la misma jugada al lector: ¿En qué medida estaríamos dispuestos a esconder la verdad con tal de salvar a este involuntario niño asesino?

Tres días y una vida —novela que sucede a la premiada y exitosa Nos vemos allá arriba— avanza impecable, a puro suspenso, mostrando desde el comienzo cómo una serie de hechos aleatorios, inconexos  —la muerte de un perro, una inundación, un vínculo secreto—, pueden definir una vida. Y lo vemos, también, hacia el final de la historia, en las últimas páginas, 16 años más tarde, cuando retrata las consecuencias psicológicas de ese crimen y de ese después que, ya sabemos, va a durar para siempre.

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