Por Diego Zúñiga Febrero 24, 2017

Kurt Cobain: Montage of Heck. En Netflix.

Ahí está Kurt Cobain, frente a la cámara: es un niño rubio, tierno, que juega con sus padres y sonríe. Lo vemos cumpliendo años y disfrazado de superhéroe. Lo vemos corriendo por el pasto, con una guitarra de juguete o dibujando. Lo vemos como un niño más, disfrutando de una inocencia que será interrumpida en el momento exacto en que sus padres se separan, cuando tiene nueve años, y su vida se vuelve un camino difuso, que parece no ir a ninguna parte.

Los primeros minutos de Kurt Cobain: Montage of Heck (2015), del documentalista Brett Morgen, nos mostrarán esa vida familiar y tranquila del líder de Nirvana en Aberdeen. Pero luego el relato se quiebra. Serán años para Kurt Cobain de mudanzas, de anotar frases inconexas en su diario de vida, de dibujar, de aprender a tocar guitarra, de componer sus primeras canciones, de amores fallidos, de una adolescencia demasiado equívoca; de darse cuenta, en definitiva, de que no era igual a los demás —que no sentía igual que los demás— y que tendría que aprender a convivir con esa sensación para el resto de sus días.

Vemos, entonces, el origen de aquellos fantasmas que nunca lo abandonarían, la angustia de no encontrar un lugar en el mundo y el deseo compulsivo de desaparecer completamente. Logramos entender, a partir de las imágenes de Brett Morgen, cómo la música terminó siendo un pequeño refugio, el lugar que Kurt Cobain eligió para hablarles a los otros, para contar su historia.

Es cierto que, a esta altura, quien quiera revisar su vida tiene muchísimo material a disposición —la biografía Heavier Than Heaven, de Charles R. Cross, y el documental About a Son siguen siendo imprescindibles—, pero la particularidad de Kurt Cobain: Montage of Heck —que ahora se puede ver en Netflix— es que Brett Morgen tuvo la posibilidad de acceder a un material que ninguno de los otros biógrafos pudo ver: Courtney Love y su hija Frances Bean Cobain le permitieron revisar todos los papeles, diarios, cintas de video y dibujos que dejó Kurt Cobain antes de suicidarse. Un material que le sirve a Morgen para entrar en la intimidad del músico como nadie lo había hecho antes. Lo memorable, sin embargo, es cómo usa ese archivo, cómo trabaja con aquellos videos en que vemos al músico siendo un niño y luego un adolescente, y ya más grande, con Nirvana viviendo ese éxito que tanto buscaron, cuando Kurt Cobain ya era considerado la voz de su generación y llenaban estadios; años de éxitos, pero también años infernales en los que la prensa no dejaba de inmiscuirse en su vida privada.

Al material de archivo, Morgen, además, le agrega un trabajo muy cuidado con animación
—para narrar algunos momentos de los que no hay mayores registros de la vida del cantante— y complementa todo con las voces de sus cercanos: hablan la madre, el padre, la madrastra, la hermana, una de las primeras novias, Krist Novoselic —el hombre a cargo del bajo en Nirvana—y, por supuesto, Courtney Love.

Esa suma de voces, esos videos caseros, esos fragmentos del diario nos permiten acercarnos un poco más a Kurt Cobain, quien esta semana hubiera cumplido 50 años si es que aquel 5 de abril de 1994 no hubiese decidido pegarse un tiro y convertir su muerte en la postal perfecta de una década perdida.

Relacionados