Por Yenny Cáceres Enero 6, 2017

Puede que Un monstruo viene a verme sea una de las películas más tristes de la temporada. Y una de las más bellas también. Siete minutos después de la medianoche, un niño (el impresionante Lewis MacDougall) recibe en su casa la visita de un monstruo-árbol, quien promete contarle tres historias, a cambio de que el pequeño Conor le revele su gran verdad.

Lo cierto es que la vida del solitario Conor está lejos de las grandes verdades y tiene más dudas que certezas. Su madre (Felicity Jones) sufre una enfermedad que cada día empeora más, su padre vive al otro lado del océano, en Estados Unidos, apenas soporta a su abuela (Sigourney Weaver) y un grupo de matones del colegio lo acosa sin piedad.

El español J. A. Bayona, el mismo director de El orfanato y Lo imposible, se embarca en esta adaptación del best seller homónimo de Patrick Ness y vuelve a demostrar su oficio y su amor por las películas de género. En este caso, convierte un cuento para niños en un prodigio de inventiva, en que cada detalle está al servicio de una historia absolutamente conmovedora. Así ocurre con las animaciones —a cargo de un estudio catalán— que acompañan los relatos del monstruo-árbol, de una belleza arrebatadora, y que constituyen una película aparte y, a la vez, un homenaje al género ilustrado.

“Las historias son criaturas salvajes”, le dice el monstruo al niño. En las historias que cuenta no hay buenos ni malos, y más bien están llenas de paradojas. La única gran verdad aquí es que las historias pueden ser el mejor consuelo para escapar del dolor. Quizá eso es lo más hermoso —y conmovedor— de la película. Esa fe ciega en que las historias te pueden salvar.

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