Por Alejandra Costamagna Enero 13, 2017

Cordillera: 16, 17 y 18 de enero en el Teatro Oriente.

“El gendarme es para que me sostenga el bastón”, dijo el condenado Manuel Contreras Sepúlveda en una entrevista de televisión dentro del exclusivo penal Cordillera, en 2013. Las palabras del creador de la DINA, que además volvió a negar las prácticas de tortura y la existencia de desaparecidos durante el régimen de Pinochet, alentaron la decisión de cerrar el recinto y enviar a sus diez reos a la cárcel de Punta Peuco. Esa es la circunstancia que tomaron los directores Francisca Maldonado y Felipe Carmona para crear la obra Cordillera, que ficciona los días previos al traslado de cuatro de sus internos. Además del hoy fallecido Contreras (Hugo Medina), conviven en este espacio el ex director de la CNI Odlanier Mena (Luis Alarcón), quien se suicidó días antes del cambio a Punta Peuco; Miguel Krassnoff (Héctor Noguera), condenado a ciento veinte años de cárcel por numerosos casos de violación de los derechos humanos, y Marcelo Moren Brito (Jaime Vadell), también muerto hoy, que estuvo a cargo del centro de torturas Villa Grimaldi y formó parte de la Caravana de la Muerte.

En Cordillera vemos a cuatro hombres desmemoriados, achacosos, algo patéticos y vulgares, pero monstruosamente humanos. Las actuaciones de Medina, Alarcón, Noguera y Vadell son brillantes. Nunca se dejan llevar por la caricatura del villano; más bien, trabajan con las zonas grises para dar espesor a sus respectivos personajes. Y acaso eso es lo más estremecedor del montaje: la siniestra cotidianeidad que se deja ver tras estas mentes y estos cuerpos cansados, pero orgullosos de haber cumplido su “misión” con la patria. Junto a ellos circulan un par de enfermeros del recinto y un gendarme, que en cierta forma se ubican como subordinados de los reos, en una relación de poderes viciada.

La obra fue estrenada en octubre de 2015 y hoy, en su reposición para Santiago a Mil, cobra plena vigencia. Especialmente a partir de la ceremonia ecuménica realizada hace unas semanas en el mismo penal de Punta Peuco, donde nueve reos condenados por delitos de lesa humanidad pidieron perdón a los familiares de sus víctimas. Un perdón sin consecuencias concretas vinculadas con la justicia, por cierto, como colaborar en la entrega de información sobre el paradero de los detenidos desaparecidos. Pero esa sería materia de otra ficción.

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