Por Alejandra Costamagna Noviembre 11, 2016

Hay una historia de fondo. Una historia familiar, dividida en cuatro momentos: 1910, 1945, 1988 y 2015. Pero más que una historia con principio, desarrollo y fin, lo que hay en Realismo son las hebras de un núcleo familiar que vamos siguiendo como si fuera un hilo fino y vidrioso; como el de los volantines curados. Huellas, más bien, que se hospedan en cosas concretas: una silla chúcara, las páginas de un diario que se estiran solas, las tijeras que atrapan los dedos de quien las manipula, la alfombra como un mar revuelto. Contra la mirada antropocéntrica del mundo, lo que hace Manuela Infante con su grupo Teatro de Chile en esta nueva obra es poner el ojo en los objetos, en las cosas. O, más precisamente, en el ser de las cosas. Si es que eso existe. Infante recoge las ideas del “realismo especulativo”, corriente filosófica surgida en Estados Unidos hace una década, que se sostiene, justamente, en una suerte de postantropocentrismo.
En un comienzo vemos a una familia adinerada, hablando en el living de una casa de campo sobre los cambios que el recién inaugurado siglo XX está trayendo a sus vidas. Apenas ocupan unos metros en el centro del escenario y el registro parece ser de corte costumbrista. Pero al rato surge lo extraño, la sensación de que algo ominoso se instala en escena y nos distancia de la mirada realista con la que habíamos creído entrar. La impresión de que hay un orden distinto, que puede estallar en cualquier minuto. Mientras la obra avanza en el tiempo y repasa con sutileza algunos hitos de la historia chilena reciente, el espacio empieza a ser colonizado por los objetos y lo real se descompone hasta un punto en que sólo queda asumir que “todas estas cosas estaban aquí antes de que naciéramos, y todas estas cosas nos van a sobrevivir”.
Aunque a ratos la mención a las cosas se vuelve un poco reiterativa y escenas como la del rito final son estiradas más de la cuenta, Realismo es un montaje alucinante, con un extraño y agudo sentido del humor, que cautiva también por su brillante propuesta plástica.

“Realismo”: hasta el 20 de noviembre en Matucana 100. 

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