Por Diego Zúñiga Noviembre 4, 2016

“Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices”, de Ricardo Piglia. A $22.700.

Uno de los momentos más importantes de 327 cuadernos, el fascinante documental en el que Andrés Di Tella filmó a Ricardo Piglia mientras preparaba la publicación de sus diarios, es cuando el escritor argentino mira a la cámara y dice que va a hacer una confesión: “Yo a veces tengo la fantasía de publicar el diario como ‘El diario de Emilio Renzi’. Es decir, darle a un personaje que construí en los libros mi vida, todo lo que yo he vivido (…). No sé si voy a tener el coraje de hacerlo, pero esa es una de las ideas que me vuelven siempre”.

Ahora, cuando se acaba de publicar el segundo tomo de los diarios de Piglia —Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices (Anagrama)—, sabemos que finalmente tuvo el coraje de traspasarle su vida al personaje principal de sus libros y que con ese pequeño gesto técnico —publicar sus diarios como si fueran de otro— lo que consiguió Piglia fue demostrarnos que el género del diario —un género muy poco explorado en nuestro idioma— es una construcción literaria y artificial de la misma forma que lo es una novela, por ejemplo. Entendimos, a partir de la lectura de estos diarios, que toda esa idea de la espontaneidad que caracteriza mucha veces al género es algo que se logra, no que surge sólo desde la inspiración.

Avanzamos, entonces, por los años felices de Piglia, desde 1968 a 1975, y nos encontramos con un escritor que acaba de publicar su primer libro y que vive de manera intensa la literatura: discusiones, lecturas, más lecturas —Pavese, Fitzgerald, Chandler, Borges— y encuentros con distintos amigos —David Viñas, Miguel Briante, Rodolfo Walsh, Jorge Di Paola— con los que va formando una comunidad. Entremedio, una suma de reflexiones luminosas, que nos obligan a detener la lectura y subrayar y pensar en cómo leemos, cuáles son esas formas, cómo se narra una historia. Vemos cómo surge un cuento, cómo Piglia lo escribe y lo reescribe y lo corrige. O cómo ya en estas anotaciones se anuncia la que será su novela más importante, Respiración artificial, que publicaría años después, en 1980.

En ese sentido, este es un diario mucho más literario que el primer tomo, donde prevalecían las historias y ciertas reflexiones que no terminaban por convencer —había algo demasiado artificial por momentos—. Acá, por el contrario, hallamos un Piglia mucho más cercano a lo que es hoy: uno de los escritores hispanoamericanos que mejor han pensado el acto de narrar y el acto de leer. De esta forma, claro, es inevitable que vayamos encontrándonos con ideas que luego desarrolló en algunos de sus mejores libros, como Crítica y ficción y Formas breves, o los recién llegados a nuestras librerías Las tres vanguardias. Saer, Puig, Walsh (Eterna Cadencia) y La forma inicial. Conversaciones en Princeton (Editorial Universidad de Talca).

“Lo que no escribo lo vivo”, anota en un momento Piglia, y quizá de esa forma se define perfectamente lo que encontramos en estos diarios: pedazos de una vida, de una época, y las reflexiones de un escritor que ya en esos años pensaba con una lucidez extraordinaria.

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