Sabor y aroma
No lo dicen de manera implícita, pero el deseo es evidente: cambiar el paradigma del restaurante oriental en Santiago. Al menos en ese emergente punto gastronómico de la capital que es La Dehesa. Sabor y Aroma impresiona como pocos por su aspecto. Salones en tonos claros con vivos oscuros y colorida iluminación; espacios amplísimos, una terraza cómoda, tanto como el espacio dedicado a los tragos. A eso se suma una barra de teppanyaki, con dos cocineros chinos sin una gota de español en su vocabulario.
Prácticamente un restaurante completo traído desde China, a excepción de la veintena de cocineros peruanos que le dan un toque chifa y de autor. Por ahí desfilan opciones donde se mezcla Japón con algo de China, Perú y guiños a productos locales. Hay profusión de makis, sashimis, temakis, entre otros —ojo con el Centolla Maki ($ 9.800)—, y referencias al ideario chifa, aunque sus dueños pretenden diferenciarse. Acá la fusión es evidente: Mollejas laqueadas ($ 12.800), la Sopa seca con calapurca y chanchito laqueado ($ 12.800) o la Fiesta de Chiclayo ($ 18.800 con mero). Como sea, sofisticación y una nueva propuesta.
Raúl Labbé 12559, La Dehesa, Lo Barnechea.
El ancla
Acudir a la cuarta versión de El Ancla, esta vez en Colina, es como volver a los comienzos improvisados de su primer local en La Cisterna. Está implementado de manera sencilla, casi a la carrera, porque pensaron —aseguran— que su incursión en las afueras de Santiago sería tímida en un inicio. Pero no: el flujo de clientes crece desde el primer día, copando sus más de 150 sillas. Eso permite, viendo el lado amable, sincerar el impacto de aquella marca marina en la ciudad. Es potente. Así las cosas, la premisa es la de siempre: pescados y mariscos frescos, elaborados de manera sencilla, reconocible, con un toque criollo que aparece en platos como el Picante de pulpo y camarones ($ 8.800), las Empanadas de mariscos ($ 1.800 a $ 3.900), las porciones de Pulpo a la parrilla ($ 11.500) o las Almejas o piures al matico ($ 6.400), parte de una carta donde las porciones respetables son la constante. Hay sabor criollo en abundancia, en un espacio sombreado, con juegos infantiles y comodidad como para retozar un buen rato a orillas de la carretera.
Santa Inés de Miraflores 12, Colina.
