Por Gonzalo Maier Noviembre 18, 2016

“Black Mirror”, en Netlfix.

La ciencia ficción es sólo una excusa para hablar de otra cosa. Es cierto que lo mismo se podría decir de tantos géneros, pero el caso es que en la tercera temporada de Black Mirror, la serie inglesa que retrata futuros ligeramente distópicos, sus creadores han sentido el llamado a dar una cátedra de moral y buenas costumbres.

Tal como en temporadas anteriores, la serie muestra historias donde algún aspecto tecnológico —las redes sociales, la realidad aumentada, las ansias de la medicina por lograr la vida eterna— termina por transformarse en una pesadilla.

Claro que ahora, más allá de una producción impecable, cada capítulo pareciera hablar desde el escándalo: que el bullying en las redes sociales, que la tiranía de las estrellitas con que se califica cualquier cosa, que los peligros de pasar todo el día en internet, blablablá.

Por lo general, las moralejas quedan muy bien en los cuentos infantiles o en los sermones dominicales, pero creo que este no es el caso. Dicho eso, el último capítulo es un policial de una hora y media que vale completamente la pena porque los ingleses, supongo, siempre han tenido más talento para las historias de detectives que para la moralina.

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