Por Alejandra Costamagna Noviembre 25, 2016

“Ánimas de día claro”: hasta el 26 de noviembre en el Teatro Nacional Chileno.

Las cinco hermanas están retenidas en la Tierra por la fuerza de un deseo no cumplido. Han muerto hace años, pero no han podido irse al otro mundo y ahora son ánimas que habitan una casona vieja, cerca de Talagante. Hasta que un día llega un hombre joven a comprar la casa (le han dicho que está deshabitada) y se encuentra con estas almas en pena que fingen ser mortales aún con vida. Ahí cambia todo.

El dramaturgo Alejandro Sieveking escribió Ánimas de día claro en 1959 y la dirección de su puesta en escena, tres años más tarde, estuvo a cargo de Víctor Jara, con Bélgica Castro en el rol protagónico. Hoy el Teatro Nacional repone esta comedia popular bajo la chispeante dirección de Nelson Brodt, en la misma sala en que fue estrenada en 1962.

Los elementos fantásticos de la obra conviven con su carácter costumbrista y generan una atmósfera doblemente atractiva. Por una parte, apreciamos esa chilenidad supersticiosa y vivaracha, que en el montaje es apoyada por una banda sonora de raíz folclórica y más de un baile en escena. Y está también el atractivo generado por el nudo sentimental del argumento: la fabulación de un espíritu que se enamora de un ser vivo. “Él es de carne, tú eres de aire”, dirá una de las ánimas a la hermana (Paloma Toral, en el mismo rol que interpretara Bélgica Castro en 1962), que está a punto de cumplir su deseo pendiente y entonces irse por fin al cielo o a donde sea que partan las almas cuando se liberan. Pero si la muchacha consuma esa atracción por un hombre, se arriesga a perder este arrebato romántico que por primera vez experimenta. La comedia, por supuesto, tiene un final feliz. Pero lo inusitado acá es que la felicidad no esquiva a la muerte. “Hasta más ratito”, se dicen los amantes con picardía. Y aunque ese ratito pueda ser medio siglo, habrá valido la pena encontrarse en la Tierra.

En un año en que hemos visto partir a nombres claves de la dramaturgia nacional, como Juan Radrigán, Egon Wolff y Luis Rivano, vale la pena revisar algunos textos que han nutrido nuestro repertorio y que hoy son clásicos del todo vigentes. Especialmente cuando las puestas en escena están a su altura. Es el caso de la actual versión de Ánimas de día claro, sin duda.

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