Es esperable que a veces surja la duda del derrotero de determinados músicos, incluso si se trata de una estrella internacional. El “¿y qué será de?” se ha aplicado varias veces a Rubén Blades. La trayectoria musical del panameño es un trazo extenso de un color brillante salpicado por goteos inusuales: estudios universitarios; roles de actor en el cine, televisión y teatro estadounidenses; cinco años como director de una repartición pública e incluso una candidatura presidencial en 1994.

La gira que lo trae a Chile este mes puede observarse desde esa misma lógica de punteos inesperados; esta vez, por su promesa de darle una despedida de los escenarios a su repertorio de salsa.

Adiós para siempre, según él, al género que sostuvo su fama junto a Willie Colón, Fania All-Stars y su aún conmovedora producción solista, pero no a la música ni tampoco a la plataforma activista que aprendió con ella, pues no descarta volver a la política (de sus opiniones sobre actualidad está llena su web, www.rubenblades.com). Y si ese cierre no es razón suficiente para querer escucharlo en vivo, saber que llega a Santiago junto a Roberto Delgado y su orquesta prometiendo un show extenso, “sin fuegos artificiales ni discursos llorosos” puede convertir la cita en una de las mejores del año. Luego, adiós. Y, de nuevo, preguntarse qué va a ser de él.