Por Yenny Cáceres Septiembre 16, 2016

“El Príncipe Inca”, de Ana María Hurtadp

“Me dio hambre de ir a Bolivia a acompañar los cuentos del abuelo”. Quien habla es Felipe Cusicanqui, artista visual y protagonista del documental El Príncipe Inca, de Ana María Hurtado. Esa hambre es el motor de esta película, los recuerdos de Cusicanqui de su abuelo boliviano, un hombre de pocas palabras, introvertido, de mirada dura, con el que alguna vez recogió piedras en la playa mientras le contaba la fantástica historia de que eran descendientes de la nobleza inca.

El documental registra el viaje de Cusicanqui a Bolivia en busca de esas huellas, un viaje íntimo y con un par de momentos inolvidables. Como lo que ocurre en Calacoto, un pueblito en medio de la nada, a 600 km del salar de Uyuni, donde Felipe se topa con la fiesta anual de los Cusicanqui. O cuando viaja hasta La Paz y se encuentra con la casa de su abuelo semiabandonada y a punto de ser demolida. Cusicanqui es un artista que suele trabajar con desechos, y por eso la película se detiene con fineza en las texturas, piedras, maderas y latones que aparecen en este recorrido.

Pero Felipe fracasa en la búsqueda de esta leyenda familiar. Lo que encuentra, en cambio, es más valioso. Sin proponérselo, Cusicanqui se reconcilia con ese hombre que alguna vez tuvo que abandonar todo en Bolivia para venirse a Chile, ese príncipe sin reino que fue su abuelo.

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