Por Diego Zúñiga Septiembre 2, 2016

“Locus”, de Gianfranco Foschino. Hasta el 16 de octubre en el MAVI.

Miras detenidamente la imagen: un paisaje precordillerano, una sierra nevada, las rocas, el cielo celeste, abierto, unas pocas nubes, el pasto verde que reluce en esa imagen soleada. Y, de pronto, el movimiento: el agua recorre la imagen, corre en forma de pequeñas cascadas que caen desde las rocas, y luego vemos un arroyo y nos damos cuenta, entonces, de que la imagen no es estática sino que es un video; la imagen está viva, el paisaje está vivo.

De eso se trata, en parte, el trabajo que viene haciendo Gianfranco Foschino (1983) desde hace ya varios años y que se puede ver en Locus, su última exposición en el MAVI, curada por Justo Pastor Mellado: de capturar con su cámara de video por unos minutos, en loop, una imagen que podría ser una fotografía o una pintura —en este caso, de paisajes del sur de Chile—, pero que en sus manos se convierte en una historia donde ocurren muy pocas cosas —el movimiento de las nubes, el movimiento del agua, la nieve que cae, un iceberg en medio del mar, los colores que cambian por la luz— que se vuelven significativas en el espectador.

Pequeños movimientos que nos invitan a trasladarnos a esos lugares que recorrió Foschino en el Sur y en la Antártica, donde, con un talento innegable, puso su cámara y registró, entre otras cosas, el paso del tiempo.

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