Por Patricio Jara Septiembre 23, 2016

“La noche de los alfileres”, de Santiago Roncagliolo.

Veinte años después, cuatro compañeros de colegio recuerdan frente a una cámara de video aquello que le ocurrió (o más bien le hicieron) a la señorita Pringlin, una profesora que tuvo la mala suerte de sorprenderlos en falta. Una torpeza menor; una chiquillada, si se quiere, pero en vista de las circunstancias retorcidas y la estupidez propia de la juventud, ésta comenzó a crecer hasta salirse de control. La noche de los alfileres (Alfaguara), la reciente novela del peruano Santiago Roncagliolo, ocurre en la Lima azotada por el senderismo, la Lima de los apagones y los atentados que marcaron el paisaje donde Carlos, Manu, Moco y Beto crecieron y se hicieron hombres en un colegio que refleja, justamente, el revoltijo moral que les tocó vivir: la disciplina militar, el descubrimiento del sexo mediante el tráfico de películas porno en VHS (el rotundo fracaso de las clases de biología), el matonaje entre compañeros, el clasismo, el miedo y la fragilidad de las relaciones familiares.
“No tengo ganas de sentarme frente a una cámara y contarlo todo, como si fuera una aventura adolescente o un paseo a la playa”, dice uno de ellos. “¿Por qué ahora? ¿Después de tanto tiempo? ¿Y por qué recordar el horror? Me he pasado la vida tratando de olvidarlo”.
Rocagliolo es un autor hábil, de oído privilegiado y maneja el suspenso durante las 400 páginas de la novela. Estructurada a partir de segmentos, cada personaje tiene una mirada de los hechos y una forma de explicar esta historia que esconde un crimen imperdonable.

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