Por Patricio Jara Agosto 19, 2016

Aplastado por el peso de la violencia política, a fines de 1987 un fotógrafo de prensa decide abandonar su trabajo y marcharse a Chiloé. Para entonces ya no vive con su mujer ni su hijo. Allá en el Sur intentará rearmar su vida, pero el infierno del que escapó, tiempo después, volverá transformado en algo tanto o más aterrador. “Mi padre había sido un hombre que había desaparecido en el mar. Alguna vez había sido fotógrafo. Sus fotos habían significado algo, habían captado el espíritu de su tiempo. Ahora ya no estaba con nosotros. Detrás suyo había un enigma que nos importaba solo porque remitía a su ausencia”. Quien habla es el personaje cuya voz conduce la historia. Es la voz de ese niño que ahora es un hombre y como tal irá al Sur en busca de su padre, aunque aquello implique plantarse frente al abismo.

Llama la atención que las portadas de los últimos libros de Álvaro Bisama sean fotografías en blanco y negro (Ruido, Los muertos). Esta renuncia al color incluye también a El brujo (Alfaguara), su reciente novela, cuya historia es tanto sobre enfrentar las grietas del pasado como de hacerse cargo de un presente convertido en una nebulosa, en un árbol frondoso y de ramas torcidas que no dejan pasar la luz. Aunque aquello es sólo la primera capa. Bisama escribe sobre la violencia sin matices, la que se hereda; esa violencia animal que se hace repetitiva y se impregna en todos lados.

El brujo está hecho con materiales en apariencia convencionales: la búsqueda del padre, el viaje y el paisaje. Pero aquello le basta para hacer lo que todo buen novelista debe hacer: redefinir sus contornos y dotarlos de nuevos significados.

¿Pero es tan distinta El brujo de sus otras novelas? Sí, al menos en la manera como conjuga los elementos antes mencionados. Esta vez las formas de representar el mundo, siempre presentes en su narrativa (el video, la pintura, la fotografía, la música, el dibujo), alcanzan una dimensión más profunda, más política y más oscura. Y esto, desde luego, asumiendo la apuesta por contar una historia con trazos de novela policial (incluido el guiño al primer True Detective) que poco a poco se moldea sin estar del todo amarrada al enigma que determina la historia, pues en El brujo el misterio da paso a algo más: a la alucinación y a la locura que germina en ese lugar donde el fin del mundo no es otra cosa que el lugar donde la luz no llega. Si nos quedamos esperando la gran novela sobre la dictadura, Bisama ofrece un poderoso relato sobre la transición, sobre aquello que se va oscureciendo a medida que bajamos en el mapa.

“El brujo”, de Álvaro Bisama.

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