Por Marisol García Julio 1, 2016

Aunque no niega su carácter “latinoamericanista”, Pedropiedra se dio cuenta, ex post, de que su disco Ocho carga también con algo esencialmente chileno. Entre los bronces de citas mariachis, los timbres de varios tipos de sintetizadores, algunas zampoñas y el pulso bailable de la mayoría de los temas persiste una melancolía en el tono y en versos como “ya no se nota que estamos muertos” (de “Matando el tiempo”), que el músico santiaguino asocia a la tradición local de cantautoría.

—Es algo que atraviesa todo el disco: muertos en vida en una ciudad y un mundo demente —describe Pedropiedra sobre su cuarto álbum solista—. La distancia, la montaña, el gobierno, la muerte… de eso cantamos los chilenos, y son temas que aparecen a cada rato en estas canciones.

—Pero también es un disco muy enérgico.
—Sí, claro. Traté de hacer canciones que suenen a producción “profesional”, más pulidas, de una sonoridad universal. Me interesaba salir de la eterna condición de emergente. El disco críptico ya lo hice.

Acogido hace años con calidez en México, sobre Pedropiedra y su nuevo disco llegan desde allá descripciones entusiastas. El sitio Noisey lo ha descrito como “un combo de hits” y otro comentarista destacó su esencia “camaleónica”. Pero incluso por encima de las virtudes de la masividad y el ingenio, es la enorme capacidad del chileno en la creación de melodías lo que aparece como su innegable fortaleza. Las ocho canciones de Ocho se adhieren y se tararean incluso antes de que queramos entender de qué se tratan.

—La melodía es lo que más me importa en una canción. Y quiero hacer canciones que me den ganas de escuchar, entonces me salen así: melódicas. Considero que la melodía no requiere trabajo: ocurre y ahí queda. Todo lo demás está en función de ella.

—Has dicho que este es un disco sin nada innecesario.
—Lo dije refiriéndome al disco anterior (Emanuel, 2013), que tenía varias cosas que al final eran difíciles de tocar en vivo. Ahora quise sacar todo olor… todo tufo a concepto. Por eso busqué un título neutro: Ocho. Podría haberse llamado Canciones. Es un disco breve, directo, que al escucharlo ojalá pase sin que te des ni cuenta.

“Ocho” (Quemasucabeza), de Pedropiedra.

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