Por Yenny Cáceres Mayo 27, 2016

Fue el primer fotógrafo indígena en retratar a su propio pueblo. Desde que se instaló en Cusco, Perú, en los años 20, Martín Chambi (1891-1973) se dedicó a hacer retratos en su estudio, y de esas sesiones nace una de sus fotografías más conocidas, la de un gigante de rostro indígena, con sus ropas ajadas y unos ojos brillantes que miran imperturbables a la cámara.

Pero Chambi también se dedicó a viajar en burro y a retratar los alrededores de Cusco y las ruinas incas, como lo vemos en un autorretrato de los años 30 en la magnífica exposición Martín Chambi: La luz de la tierra, en el Centro Cultural Las Condes. Son cerca de 90 fotografías para apreciar su técnica impecable y su capacidad mágica de transformar todo frente a su lente. Así, una imagen de postal y tan conocida como Machu Picchu, bajo la mirada de Chambi luce majestuosa, sí, pero también virgen, inexplorada, como si estuviéramos viendo las ruinas por primera vez.

En sus fotos grupales, compuestas muy teatralmente, retrató todos los mundos posibles de Cusco. Ahí desfilan unas impensadas profesoras de tenis, unos chicos fornidos de un equipo de básquetbol, campesinos y ferroviarios de rostros duros, músicos y grupos de teatro, familias, muchas familias, un grupo disfrazado para una delirante fiesta de carnaval y unas señoritas perfectamente arregladas para un evento social. En algunos casos los rostros y cuerpos se agolpan unos junto a otros hasta que los perdemos de vista, en unas imágenes barrocas que parecen una prolongación de esos retablos virreinales que decoran las iglesias de Cusco.

Los rostros indígenas emergen aquí enaltecidos, dotados de una dignidad milenaria, sin miedo a la cámara o envueltos en una arrebatadora melancolía, como ese organista sentado en una modesta banqueta de madera con los pies descalzos, o como esas mujeres recolectoras, con sus sombreros blancos, como sacadas de una pintura, otra muestra del uso dramático de la luz en el fotógrafo peruano, con esos grises que parecen explotar más allá del blanco y negro.

Chambi también sintetiza con maestría el mestizaje americano, especialmente en esa foto donde vemos a unos niños y campesinos con rostros indígenas cargando una cruz. Estos rostros, todos estos rostros bajo el lente de Chambi parecen adquirir un aura especial. Quizá eso explica la fascinación y la belleza inacabada sus fotografías: esos rostros iluminados, serenos y sonrientes, compartiendo algo parecido a la eternidad.

“Martín Chambi”: hasta el 5 de junio en el Centro Cultural Las Condes. 

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