Por Gonzalo Maier Abril 22, 2016

El fin de semana pasado, mientras Santiago se inundaba en una mezcla de agua e ineficacia, estrenaron la segunda temporada de Unbreakable Kimmy Schmidt, la desopilante serie creada por Tina Fey y Robert Carlock. Llegado a este punto sería ideal tejer una relación creativa e inesperada entre los dos eventos, pero quizá lo único que se puede sacar en limpio es que en otros lugares —muchísimos otros— se está mejor que en Santiago. Por lo pronto, en el mundo de Kimmy. Protagonizada por tres mujeres y un gay, la serie vale como una ligera declaración política e incluso como un paisaje nuevo dentro del cada vez más plano mundo de las comedias. El argumento es muy sencillo: Kimmy vivió 15 años en el sótano de un sicópata y busca recuperar el tiempo perdido junto a un cantante afroamericano que sueña con llegar a Broadway, una millonaria que está muy orgullosa de sus raíces indígenas y una señora obsesionada con destruir las estructuras del poder político. Un charquicán hilarante dominado por una estética chillona y colorida, que incluso recuerda la lógica de los dibujos animados y que hace de la ingenuidad de Kimmy su principal atractivo. En (muy) pocas palabras: un mundo mejor.

“Unbreakable Kimmy Schmidt”.

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