Por Diego Zúñiga. Octubre 2, 2015

Hace un año, la editorial Turner agregó a su catálogo una colección que se está volviendo imprescindible: se llama El cuarto de las maravillas, está dedicada a la ficción y varios de sus títulos acaban de llegar a nuestras librerías. Entre esas novelas, dos destacan sin duda: La comemadre, de Roque Larraquy (1975), y El circuito interior, de Francisco Goldman (1954, en la foto).
Lo de Larraquy es realmente sorprendente: una primera novela que se publicó originalmente en 2010 y cuya imaginación y delirio la transformaron en un objeto único, desconcertante. Dos relatos —uno ambientado a comienzos de 1900, el otro en los inicios del siglo XXI— en los que se cruzan las ciencias, el arte contemporáneo, la enfermedad, la muerte, el cuerpo, el deseo, lo monstruoso y una escritura pulcra, como un pequeño bisturí que es capaz de hacer cosas inimaginables. Larraquy entiende la literatura como un lugar de diversión, en el que las palabras y la imaginación parecen convertir todo en una fiesta de nunca acabar.
Distinto —pero no por eso menos intenso— es lo que encontramos en El circuito interior: una novela-crónica en la que recorremos la inabordable Ciudad de México arriba de un auto en el que el Goldman intenta aprender a manejar en un lugar donde conducir parece un infierno. Lo que en realidad quiere es descubrir una ciudad distinta, que no le recuerde solamente a Aura Estrada, su joven mujer que falleció en 2007 (como lo relata en el conmovedor Di su nombre). Y lo que descubrirá será la violencia del narcotráfico, las negligencias del Estado y los diferentes movimientos con los que la ciudadanía ha intentado manifestarse en contra de todos estos problemas. Un D.F. monstruoso que Goldman logra retratar con urgencia y vitalidad.
Si en esta nueva colección de Turner siguen publicando libros de esta calidad, pues no queda más que celebrar.

“La comemadre”, de Roque Larraquy, y “El circuito interior”, de Francisco Goldman.

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