Por Marisol García. Octubre 2, 2015

Al concierto de Blur en Santiago, la próxima semana, no cabe ubicarlo en el rentable apartado de giras de nostalgia. Sí: su disco de este año, The magic whip, es el primero suyo como cuarteto en dieciséis años, pero fue trabajado por músicos que casi no han hecho pausas en su inquietud creativa, tanto en proyectos por separado como en los escenarios (estuvieron en Santiago en 2013, y al año siguiente volvió el cantante Damon Albarn para un show a solas).

Probablemente eso explique la contundencia de esas doce nuevas canciones. El disco “de regreso” de la banda nacida en Londres es, en realidad, una afirmación de que la frescura que distinguía su sonido en los años noventa no era una extensión de su juventud o un acomodo a tendencias, sino que una opción estética por la síntesis, la apropiación de citas, la melodía, y una dulce forma de conectarse con la tradición del sonido pop de su país. Blur podría llenar su turno en Santiago con un despliegue de grandes éxitos, pero es el tipo de banda que puede permitirse saltar de ahí a algo menos predecible, más desafiante, abierto a las posibilidades de futuro que su sonido ostenta hoy. Pocos grupos formados en 1988 pueden hablar así, en presente.

Blur en vivo (apertura: Los Tres). 7 de octubre, en Movistar Arena.

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