Por Stephanie Arellano Julio 29, 2015

© Sergio Trabucco

Saber convivir con historias que abuelos y padres les contaron sobre los desaparecidos que aún buscan; listas negras, resistencia clandestina y, sobre todo, historias acerca de la dictadura. Ese periodo histórico que no vivieron, pero que sí cuestionan e interpelan. Eso hacen Iquela, Felipe y Paloma en La Resta, ópera prima de Alia Trabucco (1983), con la que obtuvo el Premio a la Mejor Obra Literaria 2014, categoría novela inédita. En ella, los tres jóvenes son hijos de ex militantes que están inmersos en un pasado común: el de sus padres. Una novela que fue publicada en España por Demipage y que ha recibido críticas entusiastas de medios como El País. Ahora, se lanza en Chile por Tajamar Editores. 

Trabucco es abogada de la Universidad de Chile, está estudiando un doctorado en Literatura en Londres y es hija de dos destacados personajes de la escena cultural: Faride Zerán, Premio Nacional de Periodismo, y el cineasta Sergio Trabucco. De quienes dice: “Es difícil distanciarse de la propia niñez e intentar construir un relato unitario, distinguir qué cosas me influyeron y de qué manera. Mi niñez es una casa llena de gente y de voces y de libros”. 

–¿Por qué decides dedicarte a la literatura y dejar el derecho? ¿Cómo fue ese proceso?

–Siempre sentí un poco de incomodidad estudiando Derecho, así que en esos años me llené de actividades para no morir de aburrimiento: talleres, revistas, lecturas. Nunca dejé de leer y escribir. Pero creo que lo más interesante es lo que me pasó después, cuando supuestamente había dejado el derecho y ya estaba escribiendo La Resta. Curiosamente volví al derecho para examinar la manera que tenía el lenguaje jurídico de blindarse con ciertas palabras al abordar la violencia política. Eso me sirvió para pensar la novela. De ahí también viene La Resta. 

–¿Qué tanto de Alia Trabucco tiene el personaje de Iquela? Particularmente cuando describes en la novela la noche del plebiscito del 88.

–Sigo creyendo en la ficción y en su capacidad de intervenir en zonas donde la memoria, entendida de manera acotada, es insuficiente. De hecho, no sé si tengo recuerdos de la noche del plebiscito. Honestamente, no lo sé, y eso es raro y triste, y también interesante. ¿No son acaso todos los relatos de la niñez necesariamente una construcción? Creo recordar de esa noche una sola cosa: la algarabía. En La Resta me interesaba intervenir el relato épico de la alegría del 88 y contaminarlo con temor, desconfianza y resentimiento. 

–¿Qué te parece la generación de escritores chilenos que comparten esta reconstrucción de la memoria más íntima y política? 

–Creo que lo más interesante de este conjunto de escritoras y escritores no es la reconstrucción de la memoria sino la demolición de una memoria oficial que se intentó imponer durante la posdictadura. Esa demolición se ha producido desde una clave más realista, que efectivamente se ubica en la memoria más íntima, hasta relatos que rompen el realismo, como los episodios del narrador plural en Bagual, de Felipe Becerra. Lo poderoso de algunos de esos relatos y novelas es, en mi opinión, cómo sus narrativas desarman la retórica de la reconciliación, esa que nos decía en un murmullo: aquí no hay nada que decir, lo estamos pasando muy bien, miren la tasa de crecimiento, shhh, la ropa sucia se lava en casa.

"La Resta", de Alia Trabucco. A $14.900.

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