Andar en bicicleta sobre una cuerda sostenida en el aire y tocar el violín al mismo tiempo. Parece imposible, pero no. Ésa es una de las rutinas más aplaudidas de Knitting peace, el montaje de circo contemporáneo de la compañía sueca Cirkus Cirkör, que incluye acrobacias, danza y música en vivo, con funciones en Chile por estos días.

Una de las grandes diferencias con otros espectáculos circenses actuales es el concepto que mueve las rutinas y determina su materialidad: el tejido de la paz al que alude el título es plasmado a través de cuerdas, hilos de distintos grosores, madejas de lana que se transforman en muñequitos, pelotas de tela gigantes, lienzos y una copiosa estructura de textiles por la que los artistas trepan como arañas, hacen equilibrio, se dejan atrapar y se desplazan con admirable destreza.

Mientras los cinco intérpretes juegan con las hebras de esta paz simbólica, el músico Samuel “LoopTok” Andersson sigue los movimientos en escena y genera las atmósferas adecuadas para cada rutina con las cuerdas de su violín, una voz que a ratos parece pender de un hilo, y efectos sonoros que van desde la estridencia de un rock electrónico hasta el eco de una seguidilla de gotas que rompen el silencio. Como esto es circo, también hay una escena de payasos.

Pero son bufones que no tienen narices rojas ni zapatos gigantes ni se pegan cachetadas que volteen sus caras. La escena de los payasos en este espectáculo es otra prueba de ingenio más con el material escogido: un hombre ofrece a otro un amasijo de lanas a cambio de una cuerda. El aludido no sabe si aceptar, cree que no le conviene.

El intercambio finalmente se produce y el primer payaso, ahora solo con su trofeo, convierte los extremos de la cuerda en personajes que dialogan y a continuación enrosca el hilo en su tobillo, se para de cabeza y, en el aire, hace y deshace nudos con los dedos de sus pies. Knitting peace es circo, pero sobre todo son noventa minutos de juego sostenido.