Por Alberto Fuguet, escritor Julio 8, 2015

¿Qué hace esta inteligente cinta en nuestra cartelera? Un film adulto y suspicaz y sarcástico y observador acerca de la fragilidad de crecer y el deseo —entendible— de no querer hacerlo, de aplazar ciertas metas y decisiones, de ser como aquellos jóvenes hipsters y wannabe retro que pueblan los barrios que estaban fuera del mapa urbano.

Hace mucho tiempo que un filme de Noah Baumbach no se estrenaba en nuestras salas. ¿Por qué? Aquí no hay explosiones, pero sí hombres paralizados, profesionales con doctorados, pero incapaces de tomar decisiones correctas. Todos sus filmes son en tono menor, pero casi todos son grandes y crecen y se expanden en el recuerdo y hacen que algo de nicho se vuelva universal, como Greenberg, Margot at the wedding y la preciosa Frances Ha. 

Mientras somos jóvenes (gran título, tremendo título) parte en silencio con una decena de intercambios de una obra teatral de Ibsen escritos en font blanco sobre fondo negro al inicio del filme. No cualquiera hace eso. Luego, conocemos la historia: Josh (Ben Stiller) y Cornelia (Naomi Watts) son una pareja urbana, a la moda incluso, sin hijos, que viven bien y se dedican a las artes y la docencia, y tienen una pareja de amigos que acaban de tener un bebé (Adam Horovitz de los Beastie Boys es el nuevo padre).

A la salida de una clase que dicta, Josh conoce a una pareja de hipsters ansiosos y creativos (no tienen un bebé, pero son algo más que dos bebés: Adam Driver y Amanda Seyfried), y entonces la acción agarra vuelo: quién le chupa la sangre a quién. Stiller pronto está usando sombreritos y tomando helados orgánicos. Acá el ojo de Baumbach es de rayos láser para observar y reírse de los tics, modas y comportamientos urbanos. Naomi Watts lo dice: el departamento de los veinteañeros posee todo lo que ellos botaron a la basura en los 90. 

Los aciertos del filme son varios, porque no cualquiera opta por fijarse en una pareja “de cuarenta y tantos” en vez de refocilarse en los jóvenes supuestamente cool. Esto tiene un costo, pero hace rato que Baumbach lo conoce: estar al margen, ser indie, a pesar que hasta no hace tanto su cine se producía, se premiaba y se incentivaba. Incorporar jóvenes a su título ya es osado puesto que los que pueblan las multisalas sin duda no consideran a Stiller o a la gran Naomi Watts como contemporáneos. Además, Baumbach se hace cargo de algo que muy pocos cineastas se atreven a aprovechar: captar el hoy para la posterioridad.  Siempre lo ha hecho y de paso ha logrado hacer a su modo historia. 

Mientras somos jóvenes es inteligente, irónica, maldadosa, única, inesperada, precisa. Pero a diferencia de Girls (narrada desde adentro), de pronto la película tropieza o envejece o decide tomar parte. Y lo hace por los “adultos”. El aprendizaje de Josh y Cornelia (el llamado “crecer”) sucede a costa de una cierta moralina anti-Milenios y de dejar al personaje del carismático Adam Driver como una suerte de canalla-criado-por-Instagram que sólo desea la fama y su lugar en el universo YouTube. Baumbach –insólitamente– no capta la característica clave de la juventud: su precariedad, su afán engrupido, eso de querer tenerlo todo. Al cargar los dados e insinuar que el joven hipster no tiene centro o moral, la cinta termina jugando sucio y tropieza.

Cada generación mira a la otra con sospecha, pero acá el director se la juega por la suya y no sé si su apuesta es la correcta. Aun así, desbalanceada y todo, compartir un rato con estas dos parejas es un agrado y algo que no sucede a cada rato.

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