Por Antonio Díaz Oliva Julio 2, 2015

La trama es archiconocida: un hombre despierta en un hospital sin saber dónde diablos está. Hace preguntas y recibe respuestas vagas. Se escapa del hospital. Conoce gente extraña. Entra a un oscuro bar y conoce gente aún más extraña. Y entonces alucina. Mucho. ¿Es un sueño?, ¿realidad?, ¿murió?

Como La aldea (o The Truman Show), Wayward Pines juega con la idea de un pueblo encerrado. Y lo que sucede cuando llega un agente de policía  a ese pueblo en el que todos, al parecer, aparentan vivir como si no hubiera una muralla que los aísla del mundo. Felices y un poco zombis. Así, la serie de M. Night Shyamalan (Sexto sentido) ahonda tanto en el suspenso que por momentos cansa y, además, tampoco alcanza a enganchar del todo, ya que es más bien torpe al anunciar la trama (tantas vueltas y flashbacks).

Pero hay algo que salva. El casting: un forzado Matt Dillon en el papel principal que igual convence, la aparición del pequeño gran Toby Jones (Truman Capote en Infame), el calmo Terrence Howard, Melissa Leo como la enfermera de terror y, al final, la siempre desquiciada Juliette Lewis, quien aparece y desaparece como un espíritu y nos confunde tal como la serie de Shyamalan, el rey de los finales sorpresivos y muchas veces fallidos.

“Wayward Pines”. Por Fox. 

Relacionados