Por Evelyn Erlij Julio 2, 2015

Antes de que el atleta Bruce Jenner se convirtiera en Caitlyn, antes de que Caitlyn diera más que hablar que su hijastra, Kim Kardashian, y antes de que Obama lo felicitara por declarar su transexualidad, la serie Transparent ya había puesto en pantalla la historia de un sexagenario que asume, más tarde que temprano, lo que nunca pudo a asumir: que en su cuerpo de hombre se oculta una mujer.

En Grace and Frankie, la nueva serie de Netflix que tiene a Jane Fonda (77) y Lily Tomlin (75) de protagonistas, no hay cambios de sexo, pero sí veteranos que salen tarde del clóset: Sol (Sam Waterston) y Robert (Martin Sheen) son socios y amigos por décadas. Un día, en una cena, reúnen a sus respectivas esposas que se detestan: Frankie (Tomlin), cliché de la veterana hippie-buena-onda, y Grace (Fonda), cliché de la doña siútica y vanidosa. Ahí (y esto no es spoiler) les confiesan la verdad: hace más de 20 años que no son amigos, sino muchísimo más que amigos.

Lo que sigue es digno de Marta Kauffman, la creadora de la serie, y creadora también de Friends. Muy a su pesar, Frankie y Grace, antiguas enemigas, terminarán viviendo juntas para superar el shock del divorcio, excusa perfecta para desempolvar el formato de las viejas sitcom. Lo bueno: que la homosexualidad no es el tema, porque, felizmente, ya no es tema; que Martin Sheen, el recio capitán Willard de Apocalipsis now, rompa el estereotipo del macho que tanto cultivó; y que la estupenda Jane Fonda y Lily Tomlin vuelvan a la pantalla con la misma química que tuvieron en Cómo eliminar a su jefe (1980). Lo malo: detalles poco creíbles y escasa profundidad en los personajes. Aun así, no está mal para un rato de ocio, en especial para los viudos de las sitcoms y para un público sénior que busca algo así como la Friends de los jubilados.

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