Por María Ignacia Pentz Marzo 18, 2015

Collage de dibujos en tinta china, acuarela y tela, piedras del sur de Chile, cerámica polimérica e, incluso, óleo sobre tela. Aunque reconocida por sus fotomontajes, lo anterior son los diferentes medios y técnicas con los que la artista visual Margarita Dittborn (33) se atrevió a experimentar para su última muestra. Y a pesar de que la pintura siempre estuvo presente en su obra, al menos conceptualmente, esta vez es diferente: “Lo de ahora es enfrentarse con ella, con todo lo que ésta implica como un nuevo medio de trabajo: con la paciencia -que es algo que me cuesta mucho-, con la disciplina y con la dedicación. Y también pasa con la cerámica y el collage”.

De la voracidad, la histeria femenina y algo tan universal como la búsqueda por pertenecer, nos habla esta artista en La intención de irse y de quedar en el mismo lugar, exposición que presenta en Galería La Sala. 

-Hay algo desgarrador en tus trabajos: sacarse el corazón, comérselo. El hambre, la histeria. ¿Qué quieres representar a través de esas imágenes?
-El hambre es algo muy importante para un artista. Y no me refiero al hambre literal, sino a la ansiedad, a la avidez, al hambre emocional. El motor para hacer obras, para mí viene de una falta, una necesidad imperante. Creo que en toda mi muestra se evidencia eso, y en particular en el caso de la mujer comiendo un corazón, porque por la boca entra el alimento, se verbalizan las emociones y se besa a un ser amado.

-A pesar de trabajar con otras técnicas, los temas se mantienen, ¿es ahí donde buscas la continuidad en tu obra?
-Sí, creo que el discurso de mi obra, finalmente, se trata de mí. Incluso el mismo cambio de técnicas se trata de algo personal: enfrentar mis miedos profesionales, salir de mi zona de confort.

-¿De dónde nace el interés por estas temáticas?
-Son todas vivenciales, todas autobiográficas, de cosas que me pasan por el solo hecho de ser yo misma y todo lo que eso implica: ser ansiosa, amar con desmesura, ser mujer, ir siempre detrás del amor, sentir todo de forma inmoderada.

-Eres representada, entre otras, por la galería Connoisseur Contemporary de Hong Kong, ¿cuáles son las principales diferencias con el circuito chileno?
-En Chile hay tantos artistas y tan poco coleccionismo y espacios expositivos, que es muy difícil tener éxito local. Respecto a Hong Kong: no sé cómo sea el resto de las galerías, pero con la que trabajo yo están constantemente escribiéndome para saber en qué pasos ando con mi obra. A ellos les gustan las relaciones a largo plazo con sus artistas, porque eso también les da credibilidad como galería frente a los coleccionistas. También pasa que se trata de un mercado distinto, donde se puede apostar, porque no es tanto el riesgo y la ganancia es bastante. La suma en la que se vende una obra mía allá es, por lo menos, cinco o seis veces mayor que acá.

“La intención de irse y de quedar en el mismo lugar”, de Margarita Dittborn. Galería La Sala. Hasta el 2 de abril.

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