Por Rodrigo Fresán Marzo 11, 2015

Si es discutible la necesidad de otra antología de David Bowie (quien no hace mucho firmó las liner-notes de la doble recopilación The Essential Kinks y afirmó: “No hay ninguna canción de The Kinks que no me guste”); entonces qué decir de una nueva recopilación en cinco CDs de The Kinks. Respuesta: por supuesto que es necesaria. Siempre. Otra vez. Todas las veces que sean necesarias y todas esas veces queridas y deseadas. Y, de acuerdo, no han sido muchos los años transcurridos desde la anterior megarretrospectiva Picture Book (2008). Pero nunca serán excesivas las incontestables pruebas e irrefutables evidencias que The Kinks son mejores que The Beatles y The Rolling Stones y The Who. Y son, también, los más influyentes y respetados por los ya no tan nuevos talentos de epígonos como Blur y Pulp y Oasis. Y digo son porque, oficialmente, The Kinks nunca se separaron. Y, por lo tanto, siempre están y estarán ahí y -otra vaguedad muy kink- tampoco se sabe muy bien cuándo festejar su cincuentenario. ¿Cuando arrancaban en la sala del santuario familiar en Muswell Hill? ¿Cuando eran The Ravens? ¿Cuando triunfaron con su tercer single?

De ahí que el año pasado se haya estrenado el musical contando su historia ajetreada y volátil (Sunny Afternoon, muy recomendable su soundtrack kinky producido en los legendarios Konk Studios por el dueño de todas esas canciones) y este 2015 se aproximen nuevas reediciones más una biografía de su líder, Ray Davies.

Mientras tanto, aquí está ya The Kinks / The Anthology 1964-1971, concentrándose en la edad dorada de la banda (que continuó girando y grabando hasta 1996) y todas esas grandes canciones que van del riff primal en las gloriosas y fundacionales del heavy-power pop “You Really Got Me” y “All Day and All of the Night” y “Till the End of the Day” y “Where Have All the Good Times Gone”, hasta ese gran quiebre existencial que acaba determinando una de las grandes y más admirables trayectorias en toda la historia del género. Así, en plenos swinging sixties, mientras todos le cantan a la psicodelia y a la fiesta y al despilfarro y al verano del amor libre, The Kinks se vuelven nostálgicos y entonan loas a la reina Victoria y lamentos por la decadencia del Imperio Británico, componen viñetas dickensianas que incluyen a reporteros y travestis y dedicados seguidores de la moda, lanzan advertencias sobre los peligros de las encandiladoras luces de la seductora gran ciudad, aconsejan quedarse en la casa donde se nació y en la que se morirá cuidando el jardín, abogan por la conservación de la virginidad hasta el matrimonio, mientras se sufren dificultades para hacer frente a las deudas. Todo esto y mucho más -con abundancia de material inédito- hasta alcanzar esa cumbre que es “Days” y donde se culmina agradeciendo por los dones recibidos mientras cae la noche.

Thank you, The Kinks.

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