Por Antonio Díaz Oliva Febrero 19, 2015

El yoísmo es un arte difícil de controlar. Y No soy ese tipo de chica, el primer libro de Lena Dunham, la creadora tras Girls (que va en su cuarta temporada), es la prueba de aquello. Dunham tiene la ambición, el humor y la sensibilidad para convertir su yo en algo más (¿una voz generacional/aspiracional?), aunque luego de pasar las casi 300 páginas de su primer libro es difícil conseguir esta meta. En las páginas de No soy ese tipo de chica hay episodios sobre perder la virginidad, ir a una universidad para la élite, la comida como terapia, Nueva York y varias listas -sin duda, las partes más aburridas- a partir de enseñanzas maternas y paternas. Pero por mucho que Dunham intente hacerse la heredera de Joan Didion (“Creo que Joan y yo estamos hablando de una especie de amor propio ligeramente distinto”) o de Nora Ephron (a quien está dedicado el libro), No soy ese tipo de chica pasa rápido y quedan pocas imágenes que recordar.

Con varios problemas de traducción (“La universidad fue una orgía de helado de soja, burritos extrarrellenos y pizza mala al estilo del Medio Oeste, aspirada a las tres de la madrugada”) y comparaciones demasiado exageradas (“Éramos dos Emily Dickinson con piercings faciales preguntándonos qué nos tenía reservado la vida y si habíamos cruzado o no la frontera entre lo inocente y lo patético”), éste es un libro en el que el yo es una barrera antes que un punto de encuentro. Algo que Dunham, cuando trabaja para la TV, por momentos es capaz revertir.

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