Por Alejandra Costamagna, escritora Febrero 11, 2015

Los hombrecitos no miden más de veinte centímetros y están hechos de plasticina, acrílico dental y silicona. También hay niños, abuelas, gatos y objetos domésticos de todo tipo en la misma escala liliputiense. Ésas son las piezas que integran Un mundo en miniatura, retrospectiva plástica de la Compañía Estudio Maleza, que por estos días puede ser visitada en la sala Lily Garafulic del Centro Cultural Estación Mapocho. El grupo, a cargo de la actriz Muriel Miranda y el diseñador Hugo Covarrubias, lleva once años experimentando con el uso de la técnica de animación cuadro a cuadro o stop motion, y lo que aquí presenta es el puertas adentro de una rigurosa trayectoria: las maquetas, los sets de animaciones y los muñecos de sus cuatro obras teatrales (Maleza, El pelícano, Living y Un poco invisible) y sus dos cortometrajes (El almohadón de plumas, basado en el cuento de Horacio Quiroga, y La noche boca arriba, a partir del relato de Julio Cortázar, con el que obtuvieron el primer lugar en el Festival Internacional Chilemonos, en 2013).

Hay esmero y talento en la factura artesanal de las miniaturas de Maleza. Nada escapa a los creadores de este microuniverso: los enchufes de la luz, los cuadros en los muros, la batidora eléctrica, los imanes en el refrigerador, la colcha de lana, el plato de sopa, las revistas Vanidades o Spiderman, el papel mural de monitos en la pieza de los niños, el tarro de leche Nido, las fotos de la abuela en la repisa, el globo terráqueo, los gestos de asombro en las caras de los personajes. Todo pequeño y en perfecta imitación de la realidad cotidiana. Lástima que las maquetas no estén al centro de la sala y no siempre podamos ver los sets desde todos los ángulos. Pero lo que vemos, de cualquier forma, provoca tanta ternura que dan ganas de medir veinte centímetros y ser de plasticina por un rato. 

“Un mundo en miniatura”: hasta el 8 de marzo en el Centro Cultural Estación Mapocho.

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