Por Valeria Bastías Abril 16, 2014

Desde el momento en el que ingresas a la sala -que no es sólo un escenario con un frente, sino con tres-, la expectación se instala en el espacio. También en ti.  Y la curiosidad por ver una nueva coreografía de Elizabeth Rodríguez (Cuando bailo, bailo; cuando duermo, duermo) termina convertida en real satisfacción.

En una escenografía de piso y techo móvil blanco -una suerte de caja en donde la luz y el sonido se unen y funcionan al servicio de los cinco intérpretes, coreógrafa incluida-, la destacada creadora pone en escena Radicales libres, un montaje que viaja por las distintas edades y posibilidades físicas que experimenta el ser humano. Un recorrido lleno de códigos que, permitiendo múltiples relatos, fascina por su vehemencia. Desde un rostro hipnótico, lleno de ira y cuerpos haciendo referencia al animal salvaje que nos precede, hasta un hombre que camina con envidiable femineidad y una mujer madura que no se deja vencer por el paso del tiempo. Así se traza este juego intenso de estereotipos que dejan de serlo con el desarrollo de cada escena, las que van in crescendo separadas por blackouts, manteniendo la tensión y la seducción a la vez. Un uso inteligente del espacio, secuencias pulcras en el piso y novedosos movimientos. Todo es el resultado de un trabajo que mantiene de principio a fin su afán intacto: demostrar lo que pasa en los cuerpos, sus transgresiones,  posibilidades y limitaciones. Pero mejor no seguir hablando. Más detalles arruinarían la sorpresa.

“Radicales libres” hasta el 27 de abril, en el GAM.

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