No tengo idea por qué se leen libros, pero me gustaría pensar que es para conversar sobre ellos. Un poco para descubrir lo que uno mismo piensa del mundo y otro poco para joder a tu mamá por comprar Cincuenta sombras de Grey. La literatura, al final, funciona como una educación sentimental y las revistas de libros -hoy devenidas en páginas web- están a medio camino entre la fiesta de barrio y el amigo chascón que te enseña a fumar a escondidas. Precisamente lo mejor de la revista electrónica Traviesa, es que mezcla con gracia la literatura y lo cotidiano de conversar sobre libros. Escritoras como Inés Bortagaray o Selva Almada cuentan cómo es un día normal para ellas, mientras Edmundo Paz Soldán y Mario Bellatin intercambian correos, y Mercedes Cebrián recomienda su esquina preferida del mundo. De paso, Federico Falco edita un volumen de cuentos sobre lo trucho, y llegado a este punto lo razonable sería desearle larga vida a Traviesa, pero en estos temas la salud siempre ha sido caprichosa. Ya lo decía Fabián Casas: “Las parejas y las revistas literarias/ duran casi siempre dos números”.