Por Diego Zúñiga Mayo 16, 2012

Es difícil explicar la sensación que produce ver un documental tan bello y cercano como Hija, de María Paz González, ganador de Fidocs 2011. Es muy fácil entrar en esta historia familiar. Lo que cuesta es salir. Lo que cuesta es presenciar esos silencios incómodos que se instalan, por momentos, en esta historia donde una madre y una hija buscan sus orígenes. La hija -María Paz- busca a su padre. La madre -Eliana- busca a su familia biológica. No hay autocompasión aquí. Hay, eso sí, una mirada distante pero llena de humor, que aliviana esta historia tan pesada y dolorosa. Esta historia que nos recuerda por qué muchas veces las mentiras, las omisiones, son un lugar más cómodo que las  verdades que están buscando, en este caso, las protagonistas, mucho más cómodo que hacer tambalear las pocas certezas que se tienen.

María Paz González recorre casi todo Chile en esta búsqueda, arriba de un escarabajo, junto a su madre. Y ese viaje está lleno de momentos íntimos, que acentúan la cercanía con el espectador cuando dejan ver, por ejemplo, las sombras de las cámaras filmando y se hace explícito que esto es una grabación. Hay, en ese despojo, un gesto importante, arriesgado, de transparentarlo todo. Por eso duele Hija. Porque evita los lugares comunes de la ficción. Porque entiende que en una historia tan dolorosa, cualquier invención está de más.

“Hija”, de María Paz González.

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