Por Gonzalo Maier Mayo 25, 2011

El escritor argentino Patricio Pron lo aclara de entrada. Y lo hace en un puñado de páginas hermosas, jugando con su biografía y sospechando lo que todos debiéramos sospechar: nadie conoce realmente a sus padres. Pero para saber cuál le tocó a cada uno, escribe Pron, hay que salir a buscarlos, pues precisamente "los hijos son los detectives de los padres". O mejor: "sus policías". Entonces, como en la novela negra de un hijo que regresa a casa para descubrir el pasado militante de su familia, El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (Mondadori) -la contracara argentina de Formas de volver a casa, la reciente novela de Alejandro Zambra que bucea dentro de las familias que crecieron durante la dictadura chilena- es una historia llena de culpas y muertos solitarios que se pudren literalmente dentro de un pozo. Claro que también es el relato ambicioso de la resistencia política ya jubilada y de un hijo perdido que necesita saber de dónde viene y por qué lucharon sus padres. Es decir, quiénes fueron. O sea, quiénes son. Sin grandes hazañas ni heroísmos de best seller, la novela, recién lanzada en España, es la historia de una detenida desaparecida contada a punta de recortes de diarios que se transforma en una obsesión familiar y en el centro invisible de una novela que a ratos tiene muy poco de novela. A ver si llega pronto a Chile.

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