Por Yenny Cáceres Enero 16, 2010

El mayor saboteador del cine reciente de Pedro Almodóvar parece ser el propio Almodóvar. Como si se quisiera excusar de antemano, en un momento de su última película, Los abrazos rotos, el narrador dice: "Las películas hay que terminarlas. Aunque sea a ciegas".

Abrazando el melodrama y el thriller por igual, Almodóvar construye un relato fragmentado en el tiempo, que sigue la vida de Mateo Blanco, un ex director ciego devenido en escritor. Sin la inconsistencia de Volver, Los abrazos rotos es una cinta errática, pero extraordinariamente bien filmada. Tiene personajes potentes, como la eterna amiga del director, y otros, como el hijo gay vengativo, que nunca terminan de cuajar. Hay detalles perversos, como la lectora de labios que contrata un celoso empresario enamorado de Penélope Cruz, el arquetipo perfecto de esa mujer objeto que puede desatar tragedias. Pero sus logros se diluyen cuando cae en las trampas narrativas y en los giros efectistas que ha venido explotando con distintos resultados desde Todo sobre mi madre. La desorientación es total cuando vemos una secuencia-homenaje a Mujeres al borde de un ataque de nervios. ¿Nostalgia? ¿O simple autocomplacencia? Los detractores de Almodóvar podrán hacerse un festín con esta película. Los que aún no olvidan sus buenos momentos, preferirán arrendar un DVD  y volver a ver La flor de mi secreto.

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