Por Patricio Jara, periodista y escritor Enero 16, 2010

El asunto no es saber si es verdad lo que se ha contado en la prensa sobre Marlen Olivari  y Karen, su (ex)pareja rockera. El asunto es hacerse cargo de la imagen que esa noticia despierta como un relámpago en lo más profundo de nuestro cerebro; aquel fervor telúrico que estremece las células dormidas allá abajo, en las catacumbas que forman el laberinto de nuestro sistema límbico, allí donde se cocinan las fantasías y las ilusiones traen la tentación de la serpiente. Entonces oímos ruido de tambores tribales, vemos volcanes estallando en el horizonte y ríos de lava pasando bajo nuestros pies. El deseo primordial desde que el australopithecus caminó sobre la Tierra de pronto se hace cuerpo y carne frente al televisor. Somos King Kong, somos el gran primate zamarreando los barrotes de la jaula de lo permitido ante el paso de la chica sexy y de la chica ruda tatuada que, para mayor mérito, es rockera de tomo y lomo (¡le gusta Fear Factory!). Pero hay algo que de veras vale la pena celebrar levantando nuestro jarro de shop, una voluntad que siempre será motivo para golpearnos el pecho como gorilas en la niebla: brindar por el derecho a la libertad individual, porque cuando llega la hora de pagar tus propias cuentas, también llega la hora de hacer lo venga en gana dentro de tu tibio fuero interno; y que Roma vuelva a incendiarse si a alguien no le gusta.

*Escritor, autor de Quemar un pueblo.

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