Por Yenny Cáceres Noviembre 7, 2009

Cuando los relatos mínimos parecen imponerse como una norma en los festivales de cine, incluso con réplicas en las películas chilenas, un nuevo Kim Ki-duk viene a demostrar que para que una narración de este estilo funcione requiere algo más que un guión de pocas páginas. Aliento está construido desde los silencios, pero a sus personajes sí les pasan cosas. Y muchas. Un condenado a muerte entabla una extraña relación con una mujer engañada por su marido, en una historia de amor marcada por el desgarro y la imposibilidad máxima que es la muerte. Emparentada con la soberbia Hierro 3, aunque sin alcanzar la perfección de esta última, toda la visualidad de Aliento está al servicio de los personajes. Es un ejercicio de estilo, pero con contenido. Es como si Kim Ki-duk pensara cada uno de sus encuadres como una pintura, donde el gesto y el color están trazados con una melancolía arrebatadora.

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