Por Patricio De la Paz Agosto 29, 2009

Sé que esto suena parcial y hasta poco científico, porque no conozco todas las catedrales del mundo. Pero, para mí, el duomo más lindo del planeta está en Milán. Su monumental arquitectura gótica, sus torres afiladas, su fachada de mármol rosa, sus detalles construidos a lo largo de 600 años, su ubicación en el corazón de esta ciudad tan cool… sobran las razones para mirarlo por horas. Y acosarlo con fotos. En una sola tarde, he llegado a tomarle cerca de 100. Además, es un epicentro de vida: frente a su gran plaza se dan cita miles de palomas, inmigrantes, italianos de punta en blanco, viejos que pasean perros, niños que corren con pelotas, jóvenes que buscan aventuras. Incluso hay espacio para exposiciones callejeras -una vez vi una dedicada a Sofía Loren, con espectaculares fotos en blanco y negro- y puestitos que venden esos cremosos gelati que sólo resultan en Italia. Sus vecinos de barrio sólo realzan su importancia: por el lado derecho, la exclusiva galería Vittorio Emanuelle -repleta de Vuitton, D&G, Hermès-; por detrás, la calle del mismo nombre sólo regala moda y buenos espressos; y muy cerca por la izquierda, el Palacio Real. Puede que el calor insufrible del verano europeo no dé ganas de ir a visitarlo durante el día. Un consejo: regrese en la noche. Il duomo de Milán iluminado, y perfectamente recortado contra el cielo oscuro, le dirá por qué eso es obligación.

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