Por Felipe Cussen* Agosto 5, 2009

"Dentro de poco no quedará realidad, sino puro reality", sentenciaba hace algunos días Cristián Warnken, en un apocalíptico alegato frente el avance imparable de ese tipo de programas. Luego de leerlo, me preguntaba: ¿por qué habríamos de buscar realidad en la televisión? ¿Son reales las noticias, los reportajes, los documentales? ¿Y son reales, acaso, las columnas de Cristián Warnken? ¿Es real Cristián Warnken?

Durante las últimas semanas, mi atención televisiva (que ocupa un alto porcentaje de mi atención total sobre la realidad) se ha concentrado en Pelotón. Más allá del enaltecimiento de mis siempre febles valores patrios, lo que más me ha conmovido es el vaciamiento del molde formativo castrense, y la disolución de valores como la rigurosidad, el compañerismo y el decoro. Los esfuerzos son fingidos, los ejercicios, meras pantomimas. A cada momento me parece escuchar este verso de Bruno Vidal, el más militar de nuestros poetas: "AQUÍ TODO ES LO CONTRARIO A LA ACCIÓN". Pues lo que se ha mostrado es la verdadera condición del soldado y su obligación de ser un aprendiz de la inutilidad. ¿Hay algo más real que la espera, el aburrimiento y la falsedad?

Para quienes valoramos la abstracción como la forma más sutil de expresión de la realidad, resulta encomiable el esfuerzo de los productores por explotar hasta las últimas consecuencias el espacio borroso y ambiguo que han creado. Ése es el desierto que han debido transitar nuestros héroes, verdaderos "heraldos del despojo", como diría Hugo Mujica. Han sido valientes para aceptar el destino impuesto, pues saben que están condenados, como pregona Juan Cristóbal Foxley, a convertirse en "seres de luz". No están solos: millones de televidentes los acompañamos.

* Académico de la Escuela de Literatura Creativa de la UDP y miembro del podcast sobre TV "Somos millones"

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