Por Marisol García // Foto: José Miguel Méndez Septiembre 8, 2017

Música y academia
Juan Pablo González es director del Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado y profesor del Instituto de Historia de la PUC.

En el ancho terreno abierto frente al curso de la música popular chilena, Juan Pablo González (1956) ha encontrado un espacio casi despoblado en el que ubicarse como auditor y estudioso. Es un ángulo de observación ventilado, lejos del apuro de la prensa, el hermetismo académico y la ansiedad promocional de creadores en carrera, desde el cual el musicólogo y docente se asienta en un ejercicio constante de escritura y debate.

Su nuevo libro, Des/encuentros en la música popular chilena 1970-1990 (Ediciones Universidad Alberto Hurtado), refuerza un enfoque de análisis que sitúa la canción en todo un amplio diálogo social; “en busca de una musicología instalada en el campo de las humanidades”, como explica en la introducción.

Se trata de una curiosidad de auditor aliada a una osadía intelectual como estudioso, que revisa cánones, hitos conmemorativos, íconos y hasta marcas compartidas de nostalgia. Una musicología de cruce con el pulso popular urbano y, por qué no, también de la provocación.

—El libro tiene mucho de manifiesto, sí. Como investigador, uno anda buscando coyunturas, paradojas, contradicciones, y cuando las encuentro creo que me puedo dar ciertos lujos. No eludo la polémica; me gusta, porque de la polémica surgen ideas, y también uno se ve a sí mismo. No puede aislarse el estudio musicológico del pensamiento crítico en general, de la sociedad, del vínculo con otras artes.

Cruzar disciplinas y tipos de música ha sido para González un proceso gestado tempranamente. Estudios iniciales de composición en el conservatorio, con Cirilo Vila, lo habían dejado del lado de la música docta, y lo que él recuerda como “un cierto desprecio hacia la música popular por ser algo simple, pasajero, comercial, en fin: que no está en el mundo del arte”.

—Pero hacer ese paso fue difícil —concede—, y al hacerlo fui buscando adeptos pues los necesitaba. Los fui encontrando en el periodismo, la antropología, la historia... que son mundos de los que todavía me nutro.

Además de la detención en hitos de dos décadas de la canción social y de vanguardia —en un espectro que va de Santiago del Nuevo Extremo a Electrodomésticos—, en su nuevo libro González aparece dispuesto a revisar incluso verdades establecidas sin mancha (hasta ahora) sobre música de masas. Uno de los capítulos, por ejemplo, cuestiona el golpe de Estado como único hito divisorio de las músicas de los años setenta en el país —el autor se permite hablar de “la década larga de los setenta”, entre 1968 y 1983, caracterizada primariamente por la fusión—, y otro enriquece la crónica sobre sonido andino reciente, detallando hitos rara vez considerados en el periodismo capitalino, y a la vez tomando distancia del relato de supuesta consensuada nostalgia que este activó en el exilio europeo.

Ni Los Jaivas tienen por qué permanecer en un limbo intocable, estima González. Según él, el medio siglo de historia del grupo no debió ser contado desde su primer concierto, como High Bass, en 1963, sino desde el batatazo comercial de su single “Todos juntos”, de 1972 (un curioso ejemplo de “contracultura canonizada”, según él).

—Creo que gran parte de nuestra labor es ir en pos de una verdad... que quizás es inalcanzable, pero que muchas veces está cubierta de recuerdos, de apreciaciones, de memorias frágiles, incluso de intereses, y que desde la musicología y la historia podemos poner en evidencia hechos e interpretarlos. Siempre habrá datos parciales, dispersos, pero buscamos relaciones tratando de mantener una cierta perspectiva, en la que nuestro corazón y estómago participen de la misma manera que nuestra cabeza.

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