Por Diego Zúñiga // Foto: Archivo/ Diego Giudice/Archivolatino Mayo 19, 2017

* Una cuentista excepcional

Acaba de llegar a librerías la reedición de Los peligros de fumar en la cama (Anagrama). Y en Argentina ya se puede conseguir su nueva novela, Éste es el mar.

Mariana Enriquez tenía 21 años cuando publicó Bajar es lo peor, su primera novela, y pasó de ser una chica introvertida, tímida, lectora de Emily Brontë, a ser “la novelista más joven de la literatura argentina”. Ser la novelista más joven de la literatura argentina en 1995 significaba ir a programas de televisión, a la radio, opinar de los chicos que se drogaban, opinar de la juventud, de su generación, opinar de cosas en las que Mariana Enriquez ni había pensado, pero estaba ahí, completamente expuesta al mundo, a sus lectores que le enviaban cartas, que la trataban con un fanatismo absoluto, desbordado.

Todo ese ruido, toda esa exposición, llevaron a Enriquez a refugiarse en un silencio que duró casi 10 años, donde se dedicó a escribir como freelance en distintas revistas y diarios, mientras la literatura estaba ahí, guardada en un lugar secreto. En 2005 publicaría una nueva novela, Cómo desaparecer completamente, sin embargo todo iba a comenzar a explotar unos años más tarde, en 2009, cuando apareció Los peligros de fumar en la cama: doce cuentos tan extraordinarios como inexplicables, en los que Mariana Enriquez iba a indagar el género del terror como ningún otro escritor de su generación lo había hecho con tanto talento. Ahí, en ese territorio, Enriquez encontraría una voz y también un mundo que, literalmente, daba miedo. Porque leer a Mariana Enriquez es vivir esa experiencia única: que un puñado de palabras te produzcan miedo, terror, te perturben, te hagan cerrar el libro y mirar alrededor para asegurarte de que eso que acabas de leer es sólo un cuento y nada más que un cuento. La historia de esas niñas que se juntan a jugar a la ouija y se les aparece un “desaparecido”. O la historia de esa otra niña que encuentra unos huesos en el patio de su casa y a partir de ese descubrimiento se le aparece, años después, una “angelita”, esas guaguas que al morir les ponían alas y un vestido blanco. O ese relato espeluznante sobre una mujer que trabajaba en Investigaciones buscando chicos perdidos y que un día ve cómo, de golpe, aparecen todos, incluso los que se sabía que habían muerto. Ahí está, en ese puñado de historias, el talento descomunal de Mariana Enriquez para hablar de Argentina, del pasado reciente de su país —de la dictadura, de la violencia, de la miseria— a través de estos relatos de terror y horror como nadie lo había hecho. Fue un giro inesperado. Una pequeña explosión que, sin embargo, demoró muchos años en traspasar la cordillera, quién sabe por qué. Pero los tiempos de la literatura son así: misteriosos, arbitrarios, injustos. Y fue el 2016 el año que puso orden, pues Mariana Enriquez publicó un nuevo libro de cuentos —Las cosas que perdimos en el fuego— y, entonces, el mundo descubrió su mundo —junto a esa escritura tan precisa como inquietante que la caracteriza— y ese libro ha sido publicado en más de veinte países —como Taiwán, República Checa, Dinamarca, Portugal, Francia, Estados Unidos— y tiene entusiastas lectores de la talla de Dave Eggers y Frédéric Beigbeder. Y los elogios siguen y siguen, mientras Enriquez viaja presentando este libro: hace unos meses estaba en un festival en Venecia, luego fue una de las principales invitadas de la Feria del Libro de Bogotá, y hace unos días estuvo en Nueva York, y entonces esa jovencita de 21 años que vio cómo su vida cambiaba por un libro, ahora vuelve a vivir algo parecido, pero esta vez tiene el control de las cosas. Ya no es la novelista más joven de la literatura argentina, pero sí es una voz imprescindible. Esa escritora de la que esperamos ansiosos, siempre, un libro nuevo.

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