Por Andrea Lagos // Foto: José Miguel Méndez. Mayo 12, 2017

Mujeres

“No hay nada más machista que la lactancia materna obligatoria y el postnatal de 6 meses”.

—Te gusta provocar. ¿Qué se viene después de defender el bullying y llamar llorones a los escritores jóvenes?

—Nunca sé qué va a provocar. Hablo más o menos lo mismo con mis amigos que lo que digo en las entrevistas o en las redes sociales. Hay gente que piensa lo que dice y otros que dicen lo que piensan o hablan mientras piensan. Soy de este grupo. La literatura tiene algo de hablar en público de lo privado y en privado lo público. Mi novela es de un asunto muy priv ado que es tratado como si fuese un tema de importancia mundial.

He procurado hacer suficiente el ridículo en la vida para que mis opiniones puedan ser tomadas con relatividad. Lamentablemente hay demasiada gente que me toma en serio.

— “Algunos hipster fueron a salvar gatitos y perros mientras Valparaíso ardía y miles de sus compatriotas luchaban por sus vidas”. Este fue tu Twitter del 2013 y te valió insultos  y enemigos ¿Esta vez no dio para tanto?

—En el caso de los perros, no sabía en qué me estaba metiendo. Pero del bullying y de la literatura chilena sí sé algo. Aunque, una vez más, me faltó elegancia o  mayor extensión para explayarme.

—¿Qué es lo peor que te han dicho en esta pasada?

—Me han imaginado despertando a las 10 de la mañana con varios empleados sirviéndome desayuno en la cama. Para alguien que se despierta a las 6:30 y empieza a trabajar a las 8 resulta cómica la idea de verme con bata de seda tomando champán al borde una piscina. He llegado a sentir envidia de mí mismo. El conchasumadre privilegiado de whiskizquierda es mucho más interesante que el enano celíaco lleno de culpas y que vive obsesionado por lograr dormir seis horas por noche.

—¿Y qué es lo mejor que se ha dicho o tuiteado?

¿Por qué tienes que hacer el payaso si escribís bien?, preguntan. Respondo que al payaso le pasan las cosas que el escritor usa.

—¿Por qué tus personajes literarios son como tú? Es el caso de Antonio, el protagonista de El galán imperfecto.

—Cuando quiero que el protagonista de mi libro sea yo, le pongo mi nombre (Memorias Prematuras o Mi abuela Marta Rivas, por ejemplo). Más de la mitad de mis libros son memorias, pero este no. Antonio tiene una vida y personalidad distinta, aunque parecida a la mía.

—¿En qué se parecen?

—Es una especie de exageración de mis rasgos. Antonio ama el rol de víctima, es exhibicionista, se mueve a través de las palabras, es seductor, inseguro, ama y cree comprender a las mujeres, pero sólo se ama y no se comprende a sí mismo.

Yo era así a los 25, pero Antonio tiene 33 años. Debo decir que yo escribo y, además hablo en la radio, lo que hace que mis defectos sean, al menos, lucrativos.

—¿Cuán chocante puede ser para otros hombres que en el centro de la historia esté la circuncisión de un adulto en detalle?

—Espero que, además de chocante, sea divertido. Me pareció divertido escribir una novela de sexo que no tenga nada o casi nada de erótica.

—¿No?

—Es una novela sobre el órgano genital expuesto en toda su carnal fragilidad. Espero que el efecto sea cómico y luego piadoso. Es también y sobre todo una novela de amor en un mundo en que el amor está en todas partes y en ninguna, en que el amor se ha vuelto improbable.

—¿Tu mamá te decía que eras el más lindo y el más inteligente, como al protagonista de El galán imperfecto?

—Me lo decía mucho porque en el colegio y en la calle había mucha gente diciendo lo contrario. Y la verdad es que hasta los 13 años era de verdad un niño lindo, después me tuve que poner inteligente para compensar la belleza fenecida.

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