Por Javier Rodríguez // Foto: José Miguel Méndez Abril 21, 2017

8 de junio 2017 Estreno en cines del documental Los Niños, de Maite Alberdi.

Francisca (48) interrumpe la reunión con una flauta dulce en la mano. La abuela de Maite Alberdi, María Teresa, pide silencio para escuchar la nueva canción de su hija. Sus amigas, las reconocidas señoras que junto a ella protagonizaron La Once —el documental que la lanzó a la fama, disponible en Netflix—, escuchan y la aplauden cuando termina de tocar. La presencia de Francisca va y viene durante los 70 minutos que dura el documental. Dice mucho sin decir nada. Es la principal preocupación de su María Teresa, quien teme por su futuro cuando ella muera.

Esa idea es la que tomó Alberdi (34) para filmar su nuevo documental, Los Niños, que ha sido presentado en distintos festivales del mundo con gran acogida de la crítica y del público.

—En Miami, una pareja con síndrome de Down se puso a llorar. No entendía la diferencia de contexto con Chile. Su vida allá es superindependiente — dice Alberdi en un café en Huelén con Providencia.

—Si bien pareciera que el tema es distinto al de La Once, finalmente tratas temas de “los que sobran”.

—Es muy distinta, pero parecida. En esto de un grupo específico poco retratado. Uno cree que lo ha visto, pero en verdad no. Nuestra concepción de ellos es muy caricaturesca. La idea de que “son todos angelitos”, que son todos cariñosos  y no lo son.  Hay una normalidad en las diferencias internas del grupo que es lo que no te permite catalogarlos.

—¿Por qué tomas la decisión de filmar a un grupo de personas con síndrome de Down y no a otro?

—Es un documental de observación, sin entrevistas, y trato de representar la realidad en acción, en cosas que están pasando, de elegir grupos y situaciones en que la realidad se pueda revelar frente a la cámara, que la acción sea palpable, que el proceso que vive el personaje sea representable, que la gente lo viva y que no  te lo cuenten. Esta es la generación más adulta de Chile con síndrome de Down. Cuando nacieron, su expectativa de vida era de 25 años. No los criaron para ser adultos. Como mejoraron las condiciones médicas, ellos crecieron y son una generación a la que se le están muriendo los papás. Se están quedando solos. Nadie habla de esto. El título de la película es superirónico. Se llama Los Niños, pero tienen 50.

—En la línea de tratarlos como niños, que les paguen menos que el mínimo es clave en el trato hacia ellos...

—Uno no puede imaginar independencia a futuro si no van a tener trabajo. Estamos en una campaña para que la gente y las empresas tomen conciencia. Se debe abolir el artículo 16 de la Ley 18.600 que dice que a las personas con discapacidad intelectual se les puede pagar menos que el sueldo mínimo, lo que es un escándalo. Así ha surgido  la imagen errónea del discapacitado como sujeto de caridad o de donación.

—¿Qué importancia tiene el humor en tus producciones?

—Es clave. Nos hemos acostumbrado a asociar el documental a la palabra documento, con connotación histórica ligada a la objetividad y a la representación histórico-social. Se lo ha asociado a lo periodístico, a lo serio, a lo dramático. Tienes dos vías para movilizar al espectador con tu película: la tristeza y el humor. El humor es una herramienta fácil de empatía del espectador con el personaje. Trabajo la empatía desde el humor, desde la risa. Se ha censurado la risa en el documental. Y uno lo puede estar pasando mal, pero igual te puedes reír. Nada es blanco o negro.

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