Por Javier Rodríguez y Natalia Correa Febrero 10, 2017

La vida de Miguel Martos Sánchez, conocido en todo el mundo como Raphael de España, cambió radicalmente en abril de 2003 cuando, en el Hospital 12 de Octubre de Madrid, le trasplantaron un riñón que reemplazó al suyo. Dice que bebía para conciliar el sueño, pero el consumo excesivo de alcohol terminó causándole una hepatitis B. La operación, entonces, fue como nacer de nuevo: volvió a componer, a protagonizar películas y, sin proponérselo, conquistó a los millennials europeos, que hoy agotan las entradas a sus conciertos. Ese Raphael es el que tendremos la oportunidad de ver este 4 de marzo en el Movistar Arena, en su gira más ambiciosa: Raphael Sinphónico.

—Todo esto que ha venido luego de su operación es una especie de segundo aire, ¿no?
—Puede ser, sí, puede ser. Son muchos motivos que hacen que uno se transforme, que vea las cosas de otra manera. Muchas cosas juntas.

—¿Cómo llegó a ese momento?
—Me estaba muriendo. Me sentía muy mal. No me gustaría seguir hablando de esto.
(Silencio incómodo. El divo de Linares no se pronuncia).

—¿No es paradójico que haya estado protagonizando el musical de Jekyll y Mr. Hyde en su momento más duro?
—Cuando empecé yo estaba bien. Podría haber estado de gira en Estados Unidos o en Chile y podría haber llegado la enfermedad. Fue una mera coincidencia.

—Bueno, ¿y hace cuánto que no venía a Chile?
—Puede ser, pues, año y medio. Dos años como mucho.

“Lo que es comercial es de la gente. Entonces no hay que mirarlo por arriba del hombro, muy por el contrario. La gente siempre tiene la razón y lo que le gusta es lo que vale”.

—¿Cómo es su relación con el público chileno? Hay una historia muy conocida de Julio Iglesias en el Festival de Viña, cuando luego de una ovación dijo que si tenía un hijo lo llamaría Chile. ¿Usted se siente tan cercano a nosotros como Julio?
—(Ríe) Mi relación es buenísima. Yo adoro a Chile, pero jamás haría esas cosas. Me parece un peloteo innecesario. Mi relación con el público de Chile ha sido siempre, desde el año 69, maravillosa.

—Sinphónico ha sido su gira más larga. ¿Cómo se ha sentido?
—Me he sentido muy feliz de que haya sido la gira más larga y de mayor éxito de todas las que yo he hecho. Se presentaba como la más difícil y ha sido un paseo maravilloso por todo el mundo.

—¿No ha sido difícil, así como se lo planteaban al principio?
—Yo creí que iba a ser mucho más complicado todo, pero todo vino tan bien que yo me he sentido más a gusto que nunca.

—Su nuevo disco, Infinitos Bailes, trae una canción que suena a declaración de principios: “Loco por cantar”. Luego de más de 50 años de carrera, ¿qué lo sigue motivando?
—Mi próxima gira se llamará así, de hecho. Me sigue motivando lo mismo de siempre, la misma ilusión, la visión que tengo, lo que significa para mí mi carrera, que es mi vida. Los valores y motivaciones son los mismos que los del principio, sólo que aumentados.

Qué pasará, qué misterio habrá

En 2015 se estrenó Mi gran noche, la comedia de Álex de la Iglesia que tenía a Raphael como centro de la trama. En ella representaba a Alphonso, su alter ego, y compartía créditos con Mario Casas, el actual galán español de moda, protagonista del éxito juvenil Tres metros sobre el cielo. La película significó la vuelta de El Niño al cine luego de 40 años y en un rol que nunca había representado: el de villano.

—¿Cómo fue la experiencia de trabajar con Álex De la Iglesia y rodar después de tantos años?
—Pues, lo que se hace tantas veces se recuerda. Como yo hice tanto cine, los recuerdos vinieron a mí enseguida y no me costó ningún trabajo. No fue una novedad para mí, tuve que recordar otros tiempos y fue muy fácil, muy fácil.

—¿Cómo fue trabajar con De la Iglesia?
—Divino, maravilloso. Es un director fantástico y un amigo entrañable.

—¿Le gustó ser el malo?
—Sí, lo que más me gustó (ríe). Porque siempre hice de buen chico y ya era hora de hacer de malo. Es más divertido ser el villano, claro.

—¿Cuánto de Raphael tiene Alphonso? Usted se puso Raphael con “ph” para que pueda leerse en todos los idiomas, al igual que Alphonso.
—Poco tiene, pero hay muchos Alphonsos por ahí, ¿eh? Yo no soy uno de ellos, claro.

—Hace poco declaró que hará una película cada dos años. ¿Por qué se puso ese plazo?
—Porque normalmente es lo que tardo en hacer una gira, y no puedo hacerlas entremedio. Supuestamente en enero volveré a estar delante de las cámaras.

—¿Tiene definido en qué proyecto?
—La están escribiendo. Ya leí ideas, ya he leído cosas, hay que darles vueltas, pero si llegamos a tiempo, en enero estaré delante de las cámaras de nuevo. No puedo adelantar mucho.

Punto seguido

—Usted ha defendido siempre la música comercial. ¿Qué le parece que lo popular muchas veces sea mirado por arriba del hombro?
—No entiendo por qué miran de manera despectiva lo comercial. Lo que es comercial es de la gente, es lo que la gente ha hecho comercial. Entonces no hay que mirarlo por arriba del hombro, muy por el contrario. La gente siempre tiene la razón y lo que le gusta a la gente es lo que vale.

“Indie es independiente y yo he sido siempre un artista muy independiente. Siempre he hecho lo que me da la gana hacer. Entonces soy el rey independiente por excelencia”.

—Es paradójico, en ese sentido, que lo lleven como cabeza de cartel a festivales de música súper hipster, con grupos como Cut and Copy. ¿A qué cree que se debe esta veneración a su figura?
—Creo que ven en mí, pues, todos los valores que tengo como artista, ven una cosa especial, la gente joven sobre todo, y yo agradezco esa empatía conmigo. La gente joven me apoya muchísimo. La gente más mayor es normal que lo haga por mi historia. La gente joven es más complicada porque no son de mi generación, pero sin embargo son muy de Raphael.

—¿Usted ve una diferencia entre el público más joven y la gente mayor que lo sigue?
—Sólo a la hora de cantar mis canciones en los conciertos. Unos gritan y otros no. Los jóvenes gritan y los otros no, porque tienen más fuerza. Pero los más mayores aplauden, y mucho.

—¿Por qué dice ser el rey indie?
—Bueno, porque indie es independiente y yo he sido siempre un artista muy independiente. Independiente de todo. Yo siempre he hecho lo que me da la gana hacer. Yo no he tenido nunca patrón. He sido mi propio patrón. Entonces soy el rey independiente por excelencia, yo no hago aquello que no me gusta hacer. Nadie me manda.

—¿Alguna vez han intentado convencerlo de hacer algo que no le gusta?
—Sí, han tratado de que haga cosas, pero nunca me han obligado. Cómo me van a obligar. Si yo no quiero, no me van a pegar para hacerlo. Me han indicado cosas y yo escucho a todo el mundo, pero después hago lo que yo creo que tengo que hacer.

—Usted dice que no va a lugares en los que se sienta fuera de onda. ¿Qué significa estar fuera de onda?
—Que no te pegue el lugar donde estás, que te sientas incómodo. Estar en onda es estar donde tienes que estar, donde no estás de más; al revés, eres bienvenido siempre. Nunca he ido a un lugar en que yo pueda estar fuera de onda.

—¿Y en qué lugares se siente en onda?
—Yo en Chile me siento en muy buena onda. En América en general me siento en muy buena onda. España ni te cuento. Pues habrá otros países, a lo mejor, que no me encuentre tan a gusto. No te lo voy a decir, por supuesto.

—¿Qué se siente pertenecer al grupo de cuatro artistas que han logrado Disco de Uranio con Michael Jackson, AC/DC y Queen?
—Pues uno se siente muy bien, porque además tuvimos la oportunidad de poder conquistarlo, porque hoy en día no se podría dar un Disco de Uranio, es imposible, las ventas no alcanzan.

—¿Dónde lo tiene guardado?
—En el museo que mi tierra, Linares, me hizo hace unos nueve años. Ahí está, junto con todo lo demás mío. Cada año voy a visitarlo.
—¿Por qué usted asegura que “Digan lo que digan” fue la primera canción de protesta en escribirse?
—Pues ve la letra y verás cómo es una canción de protesta. Y hay otra mía que se llama “Van a nacer dos niños”, que es una canción totalmente social.

—¿Necesita hoy el mundo que Raphael componga otra canción de protesta?
—Siempre son buenas, pero más que hacer canciones lo que hay que arreglar son los problemas. Hay que cantarlos menos y arreglarlos más. Los problemas hay que afrontarlos y arreglarlos. Los gobiernos tienen que arreglar los problemas de cada país. Las canciones sobran en este caso. La gente está concientizada ya. Los gobiernos tienen que arreglar las cosas que están mal. No me preguntes qué está mal porque no acabaríamos nunca.

—¿Se considera un divo?
—No. Yo me considero un artista, nada más. Artista y punto seguido.

—El punto seguido implica que viene algo más.
—Exacto. Aquí no termina nada. Mi carrera alcanzó sus primeros 55 años. Falta lo mejor.

—¿Cuántas giras ha hecho?
—No te puedo contestar, muchísimas, pero no te podría contestar porque me podría equivocar.

—¿Ha pensado en bajar el ritmo de sus presentaciones?
—No, no me hace falta. Cuando llegue ese momento, lo haré. Por el momento, no tengo previsto parar.

—¿No se ha aburrido?
—No, de aburrido nada. Al revés: la ilusión sigue ahí. A flor de piel.

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