Por Rodrigo Miranda, desde Nueva York Diciembre 9, 2016

Subido a una escalera, un grafitero retoca una pared de la calle Troutman, en Bushwick. Todos los restaurantes, tiendas y cafés de ese barrio hipster de Brooklyn ostentan murales para atraer clientes y turistas y ya no queda una fachada libre. El grafitero pinta una joven que se tapa la cara con un pañuelo. Puede ser una árabe con velo o una manifestante latinoamericana en una protesta. A la obra le faltan los últimos detalles, y sus tonalidades pastel y fosforescentes chorreando hacia arriba contra la fuerza de gravedad atrapan las miradas.

Un barbudo de camisa a cuadros y lentes de marco grueso le dice al pintor: “Me gusta el grafiti, los colores derramándose”. Otro peatón replica: “Pero parece una terrorista”. “Entonces ya no me gusta”, agrega el primero, ahora algo tenso.

Afincado en Brooklyn desde 2009, Fernández también ha expuesto en la feria Art Basel, y ahora se va a pintar a California, París y China. Su historia también formará parte de “10 chilenos que están cambiando el mundo”, nueva serie documental de la periodista Carola Fuentes.

Dasic Fernández disfruta con las discusiones que provocan sus creaciones. No es el primer chileno ni será el último que triunfe en Estados Unidos, pero la huella que su trabajo está imprimiendo en la ciudad donde nació el grafiti no deja de sorprender. Una de las obras del santiaguino, que dejó de pintar murales para la Municipalidad de Lo Prado y aterrizó en Brooklyn al calor de una historia de amor, fue elegida por el diario New York Post como el mejor grafiti de la ciudad. Sus murales también han sido destacados por el New York Times.

Para este típico patiperro afincado en Brooklyn desde 2009, no es suficiente haberse convertido en un referente del aerosol neoyorquino. Con 30 años, ya tiene grafitis en Chicago, Detroit, Atlanta, Las Vegas, Canadá, Brasil, Argentina, Uruguay y Perú, participó en la feria Art Basel, hizo un mural para el estadio de los Dolphins, el equipo de fútbol americano de Miami, y ahora se va a pintar a California, París y China. También formará parte de 10 chilenos que están cambiando el mundo, nueva serie documental de la periodista Carola Fuentes.

En Chile, el año pasado hizo un mural en el festival Lollapalooza y con sus ex compañeros de Arquitectura de la Universidad de Chile diseñó el memorial a Nelson Mandela frente a la Quinta Normal. A principios de noviembre, pintó dos murales en Santo Domingo esquina Teatinos, en un terreno que estuvo abandonado por décadas y que acaba de ser recuperado como la denominada Plaza de Bolsillo, en el centro de Santiago.

Llegó a Estados Unidos a los 22 años porque en un viaje a Uruguay se enamoró de una neoyorquina, hija de padres de la India y Alemania. La siguió a su ciudad natal, donde en una exposición conoció a las leyendas de grafiti de los años 70, que le parecieron como “niños en cuerpos de viejos”. Se hicieron amigos y lo invitaron a pintar. Lo quisieron de inmediato y lo convirtieron en una suerte de hermano menor. “Nadie llega y pinta solo en el Bronx. Llegué en Navidad y el 1 de mayo ya estaba haciendo un mural gigante en el barrio donde nació el grafiti”, dice. También fue el último artista que pintó en 5Pointz, antigua fábrica de Queens convertida en un gran museo no oficial al aire libre. “En Nueva York valoraron mi trabajo y puedo vivir de la pintura. Pero lo que hago no es grafiti, es pintura, para mí el grafiti auténtico es apropiarse de un muro de forma ilegal, que también lo hago a veces”, señala.

Ojos que gritan tras el velo

MURAL TEATINOS_-2.jpgLos grafitis que lo hicieron famoso fueron sus encapuchados de grandes ojos con pañuelos o pasamontañas, que calzaron perfecto con los movimientos sociales contra la discriminación y violencia racial de la policía estadounidense. Este personaje nació por casualidad luego que sus padres se separaran en 2006 y Dasic se fuera a vivir a Viña del Mar junto a su madre: “Un fin de semana llegaron varios cruceros con la mayor cantidad de turistas norteamericanos en la historia de Valparaíso. De puro picado, totalmente antiyanqui y antigringo, me dije ‘ya, voy a ir a pintarles una musulmana con hiyab, con velo, para que sepan que acá también los estamos mirando’. Ese personaje unifica todas las batallas, que es una sola, la de los jóvenes combatientes, los estudiantes chilenos protestando en la calle, los manifestantes de todo el mundo”.

Al principio, la encapuchada era realista y sin colores, después aparecieron los tonos pastel y lo abstracto. “Me gusta estar rodeado físicamente de colores para hacer desaparecer el gris de la ciudad. El personaje fue creciendo conmigo y terminó siendo un personaje político y espiritual, ahora incluso es más espiritual que político al conectar diferentes realidades sociales cuyo denominador común es la solidaridad”. En Nueva York ha pintado varios grafitis en Bushwick, Williamsburg, Queens, el Bronx y en el SoHo, a la salida del que fuera por 20 años el departamento de David Bowie. El más famoso en Chile es el del Museo a Cielo Abierto de Departamental, una serie de 45 murales emplazados en la comuna de San Miguel.

Mientras toma su segundo café en un bar del SoHo, Dasic cuenta que, tras separarse de su novia neoyorquina que lo trajo a Estados Unidos —ahora son amigos—, en un viaje a Santiago conoció a una chilena, hoy la madre de su pequeña hija Josefina. “Ahora tengo dos vidas. Para ir a ver a mi hija en un año puedo hacer hasta 26 vuelos entre Santiago y Nueva York, casi como Don Francisco. Pero me gusta viajar a Santiago. Los grafitis que los artistas jóvenes chilenos están pintando en calles como Santa Rosa o en Maipú tienen fuerza y calidad. No están copiando nada de afuera y tienen un estilo propio que uno siente que nació allá. No hay nada que se le parezca en Nueva York”.

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos se le vinieron encima y no alcanzó a pintar un mural sobre esa contingencia que paralizó al mundo: “Me quedé con un diseño en carpeta en el que repudiaba a ambos candidatos, por un tema de tiempo no alcancé a realizarlo. Por ahora no tengo pensado ningún mural contra Trump, y aunque el tipo no sea de mi gusto en lo absoluto, la señora Clinton también se lleva todo mi repudio,y lo único que me alegra de las últimas elecciones es que ella no haya sido elegida”.

Del breakdance al grafiti

Nació en Santiago, pero cuando tenía tres años su familia se mudó a Rancagua y después a Graneros. “Siempre nos estábamos moviendo. Eso se mantiene hasta ahora. Nunca genero demasiado vínculo con ningún lugar. Todos los años en Nueva York he vivido en un lugar diferente”, apunta el grafitero.
De niño le encantaba dibujar y siempre andaba con un lápiz y un papel. Todo cambió cuando estaba en sexto básico y en unas vacaciones de verano alguien llegó a Rancagua bailando breakdance. De ahí saltó al hip-hop y al grafiti. “Fue como un estallido y en la calle supe que me dedicaría a la pintura”, confiesa. Los rayados tenían contenido político y eso coincidió con la historia de su familia. Algunos de sus parientes pertenecieron al Frente Patriótico Manuel Rodríguez y su abuela fue dirigente del Partido Comunista en Rancagua. “Ella se salvó de la muerte porque cuando fue detenida uno de los tenientes conocía a su papá que era boxeador. Mi abuela era una líder y tenía a todo su barrio organizado. Se la jugó por la resistencia a la dictadura, pero ahora no habla de política, se desilusionó con la vuelta de la democracia”, dice.

MURAL TEATINOS_-9.jpgMientras debutaba como grafitero estudió por cuatro años Arquitectura en la Universidad de Chile, carrera que no terminó, pero le entregó una visión de ciudad: “El arte lo entiendo no mirando el muro, sino desde el muro. Yo me paro desde el muro a mirar la ciudad y desde ahí pinto. Mi perspectiva es infinita. La pintura es también una manera de transformar el paisaje visual de la ciudad, apropiarse del espacio público y hacer urbanismo, aunque esas ideas las tengo de antes de estudiar Arquitectura”.
Veía una pared vacía y la intervenía. No se le escapaba ninguna. Desde su primer grafiti, en el año 2000 en Rancagua, nunca tuvo miedo de salir a la calle a pintar. “El miedo no forma parte de mí. Siempre me ha gustado la adrenalina de buscar muros. Cuando chico salía de noche y me sentía muy seguro pintando”, sentencia. Al principio, sus obras eran sólo letras y no había personajes. Sus primeros murales en Santiago fueron en el barrio República, la Alameda y la calle Santa Isabel.

Elocuente al expresar ideas, gran parte de su éxito radica en una personalidad abierta, sin complejos y marcada por la sensibilidad social. Sus murales abordan el tema multirracial en Estados Unidos y el rol de la mujer en la cultura afroamericana. En 2011, hizo un taller para niños en Detroit, donde conoció a Fred Hampton Junior, hijo de uno de los Panteras Negras, organización que luchó por los derechos de los afroamericanos en Estados Unidos desde los años 60. Hampton lo invitó a pintar un mural en honor a su padre asesinado y a su madre embarazada baleada por la policía en Chicago.

Pero no todo fue fácil, cuenta Dasic. “En Chicago hay leyes muy fuertes en contra del grafiti y hasta cerraron las tiendas de spray. Si te para la policía, andar con un plumón es lo mismo que andar con un cuchillo. Es una locura, entonces tuve que comprar todas las pinturas en Nueva York e irme en bus porque en avión no se puede viajar con latas de pintura”.

El resultado finalmente valió la pena. “Llegué a Chicago y pinté por 20 horas sin descanso con la ayuda de los hijos y familiares de los Panteras Negras, que me abrazaban y lloraban. Fue una de las experiencias más fuertes de mi carrera, donde se mezcló la pintura, la calle, la comunidad y la historia de la lucha por los derechos de los afroamericanos”.

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