Por Yenny Cáceres // Foto: Marcelo Segura Septiembre 23, 2016

—¿Te gustan las teleseries?
—Sí, pero no las veo porque me gustan mucho.
José Pedro Godoy no le teme al pop. Hace cuatro años, en el Museo de Artes Visuales (MAVI), irrumpió en la escena del arte con sus pinturas de gran formato que desbordaban sensualidad. Animales, pájaros, flores y cuerpos desnudos que se multiplicaban en una muestra que era un elogio al erotismo y que tituló El progreso del amor.
Una pintura orgullosamente gay, como el propio Godoy (1985), que se hizo conocido más allá del mundo de las artes visuales por su relación con el escritor Pablo Simonetti, con quien firmó el Acuerdo de Unión Civil en una mediática ceremonia en enero pasado.
—Salgo a la calle, ando en metro, y nadie me dice “tú eres el que salió en tal portada”. No me voy a dar ese color. Se acuerdan de Pablo, no de mí. No me siento expuesto.
Dice Godoy, sentado en su taller, en una de esas casas viejas, con corredores largos y de fachada continua en el barrio Italia. Godoy es el casero, el que administra esta casa y les subarrienda las piezas a otros artistas. Su cuarto es pequeño, casi diminuto si uno recuerda esas pinturas de varios metros que ocuparon las paredes del MAVI. Y resulta aún más pequeño cuando Godoy cuenta lo que está preparando para su primera exposición en el Museo de Bellas Artes, en diciembre.
Allí, detrás de los pinceles rigurosamente ordenados sobre un viejo mueble de madera, reposan, como si recién cobraran vida, algunas de las pinturas de su próxima muestra. Un bodegón con pájaros y flores multicolores, se asemeja a una de las obras que exhibió en el MAVI, salvo por un detalle: las flores están algo marchitas. En otra, lo que parece un ritual sadomasoquista está coronado por unas lámparas de lágrimas y los pliegues de unas telas, propios del estilo manierista. Al centro, una escena pintada en blanco y negro resulta mucho más perturbadora: un grupo de hombres armados se disponen a disparar sobre una pareja de amantes, enmarcados por un cisne y unas rosas blancas que parecen flotar.
Este es el mismo Godoy que vimos en el MAVI. El que citaba la historia de la pintura, con referencias al barroco, al pintor francés Fragonard y su serie Las alegorías del amor. Pero también es otra cosa.

Godoy, el pintor que no le teme al pop, entrega pistas:
—Hay muchos guiños a la exposición del MAVI, pero hay un desarrollo que es bien distinto, son imágenes mucho más narrativas, que remiten a elementos de la cultura popular.
El punto de partida de esta exposición se remite a sus días de estudiante de Arte en la UC. Era verano y a la hora de almuerzo daban la teleserie colombiana La tormenta. Godoy se envició. No se la perdía, veía los resúmenes, estuvo enganchado durante meses. Quiso hacer un cuadro inspirado en el culebrón, le interesaba jugar con la idea del melodrama. Pasarían más de diez años hasta concretar esa idea.
—La tormenta tomaba muchos elementos que son como los conflictos fundacionales de América Latina, me recordaba mucho a Las venas abiertas de América Latina, de Galeano, pero hecho teleserie, frivolizado. Está el narcotráfico, está el problema con los pueblos originarios, el rico versus el pobre, había temas con el incesto, con la Iglesia. El fundo se llamaba La Tormenta, y descubren que está sobre un pozo de petróleo. La dueña era hija de un mestizo. El galán también era indígena, pero lo interpretaba un actor peruano que es rubio, Christian Meier. Era como de novela de García Márquez.

***

José Pedro aún no tiene todo listo. Cree que va a estar pintando hasta un par de semanas antes de la inauguración en el Bellas Artes. Lleva tres años preparando esta exposición y ha sido un proceso orgánico, que ha ido mutando en el camino. En el MAVI tenía una idea inicial que quiso respetar. Ahora no se ha puesto límites.
Eso se nota en la multiplicidad de citas que recorren esta muestra. Películas opuestas, como la cándida La laguna azul, que se contrapone al Cronenberg más perverso de Crash. Series de televisión como Sense8 o referentes del imaginario gay donde cabe el Almodóvar de La ley del deseo hasta la serie animada Lady Oscar.
—Son imágenes que me gustan o que han sido pregnantes en mi educación visual. Muchas veces la cultura gay se reúne dentro de esas imágenes que fueron significativas para distintas personas. Esa selección es más o menos coherente.

En este proceso, Godoy se topó con un video que recopilaba frases célebres de María Félix. En un momento ella está hablando de México, y dice: “La de México es una historia cruel y luminosa”. Godoy se apropió de esa frase para llamar así a su exposición, Historia violenta y luminosa:
—En mi memoria cambié cruel por violenta, pero también tiene que ver con la exposición, hay mucha explosión, mucha sangre.

“A la pintura siempre han tratado de matarla. Yo creo que la cualidad comercial de la pintura le juega un poco en contra. Pero yo soy muy pintor, me siento muy cómodo pintando, si eso me hace más o menos artista contemporáneo no me importa mucho”.

“Historia violenta y luminosa” también se llamará la obra que recibirá a los visitantes de la exposición, en el sector sur del primer piso del Bellas Artes. Es una pintura de gran formato, de tres por 12 metros. Siete paneles unidos que ocuparán toda una pared y que están pensados como una introducción a la muestra. O, como le gusta imaginar a Godoy, como esos afiches antiguos de las películas, que se pintaban en grandes lienzos y se colocaban a la entrada de los cines.

Una serie de viñetas de colores saturados, que se inspiran en personajes de teleseries, en que los poderosos parecen sacados de una mansión narco: en medio de estatuas doradas, las mujeres lucen vestidos largos y un cardenal semidesnudo viste una capa de terciopelo rojo. Más adelante se suceden imágenes de hombres con el torso desnudo, como los mineros de Los 33, y una explosión que sirve como fondo para una escena sadomasoquista, mientras que al centro una pareja rodeada de animales parece representar la pureza. Al otro extremo, una montaña y una vegetación exuberante ironizan con el mito del buen salvaje.
Todo es un poco exagerado y estereotipado, como las teleseries venezolanas y colombianas que tanto le gustan a Godoy:
—Me gusta que los malos sean malos y que la gente siempre esté maquillada. Las encuentro más ridículas, pero más honestas con el género. Y también esa voluntad de estetizar el horror, de blanquear la cultura. Las teleseries tocan temas, pero los frivolizan. Me interesa la estrategia seductora que hay ahí, de cómo vuelves algo deseable. Cómo objetualizas a la gente. Por ejemplo, cuando pinto personas, no me interesa el retrato como género. Lo que me interesa es la apariencia del deseo.
—Algunas poses de las mujeres en “Historia violenta y luminosa”, tan exageradas, recuerdan a la mujer que se tomó una selfie en el incendio de Valparaíso. ¿Ella fue una referencia también?
—Ella es una referencia. No había maldad en eso, lo que ella hizo fue estetizar el horror. La tengo muy presente porque eso es estetizar el horror, es superviolento hacerlo.

***

A sus 31 años, Godoy pertenece a una generación que ha vuelto sin complejos a la pintura. Hace dos años fue uno de los seleccionados en la muestra Sub-30, que en el MAC reunió a nombres tan diversos como Basco-Vazko, Francisco Papas Fritas, Gianfranco Foschino, Ignacio Gatica y Matilde Benmayor.
—¿Hacer pintura sigue siendo algo mal mirado entre tus pares?
—A la pintura siempre han tratado de matarla. Yo creo que la cualidad comercial de la pintura le juega un poco en contra. Pero yo soy muy pintor, me siento muy cómodo pintando, si eso me hace más o menos artista contemporáneo no me importa mucho. Creo que es importante juntarse con gente que no tenga esos prejuicios.
—A propósito, vendes muy bien…
—Vendo bien, vendo en el precio en que venden otros pintores figurativos de mi edad. Desde 80 lucas. En promedio, como cinco millones.
—¿Eso genera envidia?
—Lo que me carga es que últimamente cada vez que uno habla de arte termina hablando de la feria, del mercado o de la venta, y encuentro que eso reduce la conversación. Ha salido varias veces que yo vendo a precios carísimos. Yo vendo en el precio que venden otros artistas de mi edad que hacen cosas parecidas. Vendo poco, pero constante. Si alguien me envidia es porque leyó algo en el diario que no tenía ningún sustento real. Tampoco vendo como loco. Hay un montón de artistas que venden mucho más que yo.josé 2
A mí me interesa que una pintura sea bonita, porque me interesa la puesta en escena del deseo, me interesa la seducción, las imágenes de belleza. Si hago una pintura que a nadie le dan ganas de tenerla, creo que fracasé en mi propósito de hacer una imagen seductora. Pero pensar que yo vendo un montón, si más de la mitad de las cosas que hago son hombres desnudos... Eso es más difícil de vender.
Alumno de Alejandra Wolff en la UC, a quien considera su maestra, Godoy esta vez quiso encargarle el texto de la exposición al escritor y periodista Óscar Contardo, como una forma de ampliar las lecturas de su obra:
—Uno muchas veces va a exposiciones y son textos que son poco iluminados, que no invitan a abrir la lectura o entender la exposición, que se encierran mucho en un lenguaje académico, que encuentro un poco críptico y deficiente. Pensaba que era necesario que si la exposición iba ser en un museo, tuviera un texto que permitiera introducir a la lectura de la exposición.
—Algunas de las obras de tu exposición recuerdan a las fotografías de David LaChapelle. ¿Fue una referencia?
—No me gusta mucho, sí me gustó mucho al principio, después me aburrió. Cuando fui a ver su exposición (en el MAC) me pasó eso. A la quinta foto, ya lo vi todo. Pero sí, en este caso hay algunas referencias a LaChapelle y a unos fotógrafos franceses, Pierre et Gilles.
—¿Y el pintor chileno Juan Dávila, que también ha trabajado la sexualidad y la violencia, te interesa?
—Me interesa, y lo encuentro un artista tremendo. Pero uno no ve mucho a Juan Dávila. Es difícil ver sus trabajos. Hice un workshop con él hace unos años, y el tipo es fascinante, es un tremendo artista, es muy cálido como persona, pero no tengo esa influencia porque no conocí su trabajo en un momento más inicial. Hay puntos de encuentro, pero a él no le interesa la apariencia de la violencia ni la apariencia de las cosas, él es como más duro, su pintura es más violenta. Él no banaliza eso. A mí me interesa la forma porque la encuentro provocadora, seductora.
Mucho más explícita que su exposición en el MAVI, Godoy también incluirá esta vez una serie de desnudos masculinos y fragmentos de cuerpos en posiciones sexuales.
—¿Por qué pintar una masturbación?
—El territorio del arte permite mucho. Es arte, puede haber una masturbación. En el fondo es una sexualidad que no tiene olor, que no tiene temperatura. Pero a la vez son imágenes muy provocativas, y a la vez son muy estéticas. Esta es una masturbación, pero no hay genitales. No digo que los genitales sean antiestéticos, pero lo vuelve más pulcro y más provocativo también.
La pintura no es el medio para la pornografía, dice Godoy, pero sí es un muy buen medio para el erotismo:
—Me parece que la pintura, como medio, es muy erótica. No es solamente ver sexo, un hombre desnudo, es ver un hombre pintado. Hay cosas como la pincelada, la densidad, los colores, el brillo, que son propias de la pintura. Es eso, estimular el ojo. Me interesa el erotismo, me interesa el sexo, me interesa la sensualidad, pero no me interesa solamente la imagen de eso. Me interesa hacer pinturas que remitan a eso, que la experiencia de verlas tenga que ver con eso. Que sea algo sensual, atractivo de ver.

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