Por Javier Rodríguez. Agosto 29, 2016

Francisco Brugnoli conoció a José Balmes en 1959, cuando dejó la carrera de Medicina para entrar a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile. El actual director del Museo de Arte Contemporáneo, en ese entonces ingresaba a un mundo que no conocía, Rápidamente llegó a sus oídos el nombre de José Balmes, mítico profesor del taller de dibujo. Apenas pudo, tomó el curso. "Y en esa primera clase estaba Balmes adelante. Muy correctamente vestido, con chaqueta de tweed, pantalones de cotelé, anteojos, bien peinado, con esa voz profunda que lo caracterizaba", recuerda Brugnoli.
—Usted siempre es nombrado como uno de los alumnos destacados de Balmes. 
—Estuve en el grupo con Virginia Errázuriz, Dittborn. Ahora, yo fui alumno y en parte discípulo. Balmes fue mi profesor de dibujo en segundo año y después me tocó que, además, que él estuviera a cargo del taller de pintura de tercer año hacia arriba cuando justo me tocó tomarlo. Así que me tocó durante largo tiempo convivir con él como alumno. En ese tiempo la carrera duraba seis años y después yo fui su ayudante por un largo período en el taller de pintura. En ambos cursos hacía pocas correcciones, pero era muy exigente.
—¿En qué se notaba esa exigencia?
—En el grado de precisión que pedía, en la corrección y en la exigencia en el concepto estructural de la forma. En eso era muy claro. Eso en el taller de dibujo. Después me tocó como profesor de pintura, donde su exigencia y voluntad iban en otra dirección. Iban en cuanto a que uno incluyera materiales distintos en sus trabajos. Eso era una cosa muy interesante. Fue realmente un excelente taller de pintura, donde había este afán de explorar materialidades y otras posibilidades que fue, en buenas cuentas, lo que a mí me indujo. Me indujo a empezar a trabajar estos collages exorbitados que yo llamé "pegoteados".
—Además, su obra siempre tuvo un importante y manifiesto contenido político. 
—Sí, y él siempre conversaba con los estudiantes. El taller de pintura era un taller de mucho diálogo, convivencia. Siempre hablaba de su mirada hacia el mundo social, a los problemas de la escuela. Opiniones que de hecho lo llevaron a ser nombrado director de la escuela y luego decano. Opiniones que hicieron sentido en la comunidad académica de la facultad.
—¿Cuál cree que es el principal legado de Balmes a la cultura chilena?
—Cuando fue nombrado profesor emérito de la Universidad de Chile se le pidió, como a todas las personas que ocupan es rango, que hiciera un discurso. Él ahí planteó la tesis del artista ciudadano, esa herencia, ese concepto trasciende su pintura y su vida. El artista profundamente comprometido era -la palabra compromiso una que se ocupaba mucho en los 50-, el artista comprometido con su realidad, con su entorno, con los problemas de la sociedad. Él era el artista ciudadano por excelencia, por el mismo que él abogaba.
—¿Cree que los artistas chilenos han dejado de lado el tomar posiciones políticas en sus obras?
—Sí, yo creo que ese discurso hoy tiene poca consonancia. Y me llaman mucho los análisis que hacen en la televisión expertos como Marta Lagos sobe la sociedad chilena resuelta a través de encuestas, donde no hay canales de opinión, con un individualismo terriblemente marcado y no interesa que se realicen medidas de interés social si no se ven directamente vinculadas a un afecto sobre la persona. Es decir, creo que hay un mundo distinto. El mundo ciudadano no es un mundo que espere respuestas inmediatas, sino que construir ciudadanía, construir el país.
—¿Esto hace que los artistas pierdan el papel que alguna vez tuvieron en la discusión de los grandes temas?
Todo buen arte es político, no solo del que hace un discurso político. Cuando un artista pinta una botella, esa botella ya no es la misma que estaba arriba de la mesa, es otra botella, ahí hay una visión de mundo, de deseo. El problema es cuando el artista deja de hacer eso. Cuando lo que quiere hacer es solo la botella que está arriba de la mesa, sin otra intención que copiarla. Ahora, en el caso de Balmes él comprometía en su iconografía, quería hacer un discurso muy claro.
—¿En qué se notaba eso?
Nosotros en este momento estamos preparando una muestra para abrir mañana con dos cuadros de una selección de cinco que tenemos, que son claves. Uno sobre la invasión a Santo Domingo y otro que se llama "Vietnam herido". Dos hechos internacionales de violencia y él ahí toma un partido clarísimo.

 

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