Por Marisol García Agosto 5, 2016

Canciones como relatos. Versos dispuestos para la descripción de otros, más que para confesar detalles de la propia intimidad. De Chico Buarque a Rubén Blades, múltiples cantautores han aprovechado el potencial narrativo de la canción popular, específicamente en el homenaje a arquetipos latinoamericanos reconocibles y merecedores de su puesta en circulación, pese, quizás, a la sencillez de sus vidas.

Vidas pra contar, el disco que el cantautor Djavan publicó el año pasado, tiene un título que recuerda ese derrotero creativo sostenido por personajes ajustados a melodías, experiencias anónimas de pronto convertidas en relatos universales.

“Me di cuenta de que en mi país se vive un momento demasiado fértil como para no hablar de esas vidas que existen y que experimentan todo eso. Al mirar a la gente de pueblos, de esfuerzo, de gran fraternidad, incluso en medio de muchas necesidades, tengo una gran esperanza de que Brasil saldrá pronto de sus dificultades actuales”.

—Está el caso de mi madre, por ejemplo. Ella es la protagonista del tema “Dona do horizonte”, que habla sobre lo importante que fue para mí su guía musical cuando yo era niño, mostrándome ritmos y cantantes. Con su interés por la música y el canto ella me dio una vocación. Del agradecimiento que siento hacia mi madre había hablado muchas veces en entrevistas, pero nunca, como ahora, en una canción.

Intenta uno ponerle una cara imaginaria a esa mujer de Maceió, la ciudad costera en el noreste de Brasil en la que Djavan nació hace 67 años. Busca uno, más o menos, ambientar en la cabeza las tardes soleadas y húmedas de ella junto a su hijo y la Radio Nacional, en maratones de música envasada con las voces inmejorables de leyendas como Orlando Silva, “Dalva de Oliveira y Angela Maria / todo el día…”, como detalla Djavan en la citada canción, parte de un disco de banda en el que ha vuelto a ejercer de jefe, a cargo de la composición, los arreglos, la interpretación de guitarras y el canto. Es importante ese apego afectuoso a la tradición de la música de su país, pero también a la variedad de ritmos, estilos y caracteres que aquella época permitía encauzar en las transmisiones radiales.

“Yo soy prueba de esa diversidad”, explica Djavan, y ahora parece más enfático. El músico está al teléfono desde Barra de Tijuca, en Río de Janeiro, en un alto promocional con miras a su venidero concierto en Chile, el 9 de septiembre (Teatro Caupolicán). Sabe que en estas ruedas de prensa saltan con rapidez las preguntas para que intente un autoencasillamiento, y él prefiere sacárselas rápidamente de encima.

—La música de Brasil es, en sí misma, muy mezclada. Somos un continente [sic] muy grande, y en cada región se hacen músicas muy diferentes, con influencias que vienen de África, de Francia, de la música negra americana… Estar atento a esa diversidad fue parte de mi formación; estoy en deuda con eso. En mi música, la diversidad es lo más importante.

—En el disco nuevo hay una canción titulada “Não é um bolero”. Su letra suena, precisamente, a bolero.

—También escuché muchos boleros en mi juventud, que aunque es un género mexicano está muy presente en la música brasilera. Creo que en cualquier ritmo, en cualquier género, el amor es el asunto más importante. Y no sólo para los músicos. Hablar de amor es parte de lo que hago.

“No es un bolero, / es amor sincero / que a todo resiste. / No tenerte a mi lado / me deja abatido / y nada es más triste... / ¿Quién no tiene un querer?”, dice parte de la letra de esa canción que hace poco pasó a la banda sonora de una teleserie de la Red Globo. “Se não vira jazz” (“Si resulta jazz”), también del nuevo disco, es una balada pop con varias interrupciones de jazz eléctrico, y en la que Djavan se confirma como un rematado romántico: “La vida ya es muy buena / y si además incluye el amor / es demasiada la perfección”.

El nativo del estado de Alagoas es reconocido en su país como un autor elegante y minucioso, que ha conseguido levantar no sólo una discografía propia de ya veintitrés títulos, sino también entregarles temas a otros artistas, como Maria Bethânia, Gal Costa, Daniela Mercury y Roberto Carlos, en Brasil; y Al Jarreau, Carmen McRae y The Manhattan Transfer en el resto del mundo. En 1976 grabó uno de sus mayores hits, “Flor de lis”, y en 1982 se difundió por miles de radios internacionales su dúo junto a Stevie Wonder, “Samurai”.

En noviembre pasado, Djavan recibió un Grammy Latino honorario por el conjunto de su obra (“Premio a la excelencia musical”). “Su música concentra la riqueza cultural de su país, y le ha mostrado al mundo nuevos colores de un país de sonido inagotable”, leyeron los presentadores al premiarlo. “Es un honor, pero es también algo que te hace humilde —respondió el músico—. Hace mucho tiempo que cuando hablo con Dios no pido nada. ¿Qué voy a pedir? Sólo puedo dar las gracias”.

***

Cuando hace un par de años Djavan comenzó a planear un nuevo disco, pensó que quería llenarlo de canciones autobiográficas y de personas cercanas a su historia. Sin embargo, al poco tiempo su composición se vio atraída también hacia los habitantes de Brasil, “al hombre en los tiempos actuales, al momento social y político que enfrentamos, a los vicios, las relaciones humanas”, detalla.

—Me di cuenta de que en el país se vive un momento demasiado fértil como para no hablar de esas vidas que existen y que experimentan todo esto. Al mirar a la gente de pueblos, de esfuerzo, de gran fraternidad, incluso en medio de muchas necesidades, tengo una gran esperanza de que Brasil saldrá pronto de sus dificultades actuales.

“La vida no es fiesta / para la gente de Sertón. / Pero cuando es momento de fiesta / todos bailan para sacudirse el polvo / del corazón”, cuenta otro de los temas del disco, “Vida nordestina”, esta vez aludiendo a una vasta y pobre región del noreste brasilero: “Incluso un hogar donde el pan es escaso / tiene sus días de felicidad”.

Vidas ajenas, vidas lejanas. Vidas que se nos acercan porque nos las cuentan en una canción.

“Me gusta mucho cantar en Chile, me gusta mucho el país. Me gustan su comida, las personas, y también la receptividad de la audiencia, que siempre ha sido muy cálida. Tengo una suerte enorme pues cantando en portugués  he podido conseguir que me escuchen en cualquier lugar del mundo”.

—¿Es usted optimista sobre lo que viene para su país?

—Totalmente, tengo un optimismo muy grande. El país está viviendo una fase muy importante. Es algo inédito ver a la justicia funcionando con estos niveles de independencia, llevando a prisión a la gente más importante, más rica. Es algo que hace diez años ni se pensaba posible, y que hoy ya no tiene vuelta atrás. Ahora debemos actuar con responsabilidad. Tenemos que dar un ejemplo de democracia fuerte, sobre todo porque Latinoamérica no siempre ha tenido esa tendencia. Estamos limpiando Brasil de hábitos nocivos para la población, intentando escapar de la corrupción, y tenemos que seguir en eso para volvernos un país más justo.

La de septiembre será la sexta visita profesional de Djavan a Chile. Es una marca impresionante porque, salvo excepciones, no hemos sido plaza frecuente para los cantautores de ese país, ni de la antigua ni de la nueva generación. ¿Es que nunca tendremos aquí a Chico Buarque? ¿No es hora que regrese João Gilberto? ¿Podemos imaginar en Santiago alguna vez a Adriana Calcanhotto?

A Djavan, sin embargo, su regreso le parece algo natural. Su vida está en las giras por el mundo, y los viajes son parte constitutiva de su trabajo desde que en 1973 llegó del noreste a Río de Janeiro decidido a ganarse la vida como músico. Tardó tres años en poder grabar su primer disco, pero desde entonces no hubo vuelta atrás. Ha realizado giras mundiales de dos y hasta tres años de duración. Al capitalino Teatro Caupolicán llegará el 9 de septiembre junto a una banda de seis integrantes, luego de presentaciones en Buenos Aires y Montevideo.

“Me gusta mucho cantar en Chile, me gusta mucho el país”, asegura. “Me gustan su comida, las personas, y también la receptividad de la audiencia, que siempre ha sido muy cálida. Pero la verdad es que me gusta viajar, conocer. Tengo una suerte enorme pues cantando en portugués —y solamente en portugués— he podido conseguir que me escuchen en cualquier lugar del mundo. Por eso estoy tanto de gira, porque me parece que soy un afortunado al poder hacerlo”.

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