Por Diego Zúñiga // Foto: Jorge Sánchez Marzo 4, 2016

Empieza con ellos escuchando al compositor alemán Kurt Weill, hace más de dos años. Son canciones al azar que, de pronto, parecen apuntar hacia algo. En un primer momento no saben qué es, pero luego se dan cuenta de que todos los temas que les gustan —“The Bilbao Song”, “Surabaya Johnny”, “The Mandalay Song”— pertenecen a una obra en particular de Kurt Weill: Happy End, una comedia musical cuyo guión lo escribieron Bertolt Brecht junto a Elisabeth Hauptmann en 1929.

Ellos —Álvaro Viguera y Antonia Santa María— escuchan una y otra vez las canciones de Weill, se fascinan, buscan información y descubren que Happy End —el musical menos conocido de Brecht— nunca se ha montado en Chile —ni en Latinoamérica—. Entonces, dicen que sí, que deben hacerlo ellos: que Antonia Santa María lo produzca y que Álvaro Viguera lo dirija. Buscan una traducción del texto al castellano, encuentran una, pero no los convence, por lo que le proponen al escritor y dramaturgo Omar Saavedra que traduzca la obra para ellos. Consiguen los derechos y el proyecto comienza a tomar forma.

Es una obra compleja, pero la imaginan, la ven montada arriba de un escenario: muchos actores interpretando esta comedia musical, una orquesta, los personajes moviéndose de un lado hacia otro, los gangsters, el Ejército de Salvación, Chicago, Estados Unidos, los años 20, el capitalismo, la religión, delincuentes, policías y una historia de amor que vuelve todo nebuloso.

—Nos gustaron muchas cosas de la obra, toda esa ironía con los finales felices de Hollywood, las canciones hermosas. No nos costó entusiasmarnos con Antonia —cuenta Viguera, sentado en una de las oficinas del GAM, que es el lugar donde se montará finalmente Happy End.

No será el primer musical que dirija, pero sí uno de los proyectos más ambiciosos de su carrera, que en 2015 llegó a uno de sus puntos más altos con la aclamada Sunset Limited.

Ahí, Viguera dirigió con mucha contundencia a dos actores intensos como son Roberto Farías y Marcelo Alonso. Esta vez, con Happy End, serán 14 actores y 8 músicos los que estarán a sus órdenes, en una obra llena de canciones y de bailes y, también, de escenas dramáticas que lo tienen ensayando desde diciembre del año pasado. Un proyecto numeroso y lleno de detalles, que es una coproducción de La Santa Producciones —productora de Viguera y Santa María— y el GAM, lugar donde se estrenará el próximo jueves 17 en una de sus salas principales.

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Álvaro Viguera nació el 11 de septiembre de 1979 en Valparaíso. Se acuerda de sus cumpleaños bajo toque de queda, sus amigos quedándose a dormir en su casa porque no podían volver a las suyas. Creció en Ñuñoa, fue uno de esos alumnos que participaban en cada obra que se montaba en el colegio. Dirigió alguna vez ahí la Cantata de Santa María de Iquique. Luego, estudió Teatro en la Universidad Católica y desde el inicio supo que quería ser director. Actuaba también, pero lo que le interesaba a él, en realidad, era estar bajo el escenario y dirigir.

—Creé compañías, escribí obras, creé festivales en la escuela, pero siempre me gustó dirigir. Siento que dirigiendo logro plasmar una obra. Actuar tiene cosas muy ricas, interesantes, pero para mí dirigir una obra es crearla —explica Viguera, quien empezó dirigiendo obras pequeñas en la Escuela de Teatro, escritas por él, por amigos, y poco a poco fue asumiendo proyectos más complejos.

El director ha tenido una carrera intensa y rápida. Pertenece a una generación de nuevos directores —junto a Cristián Plana y Marco Layera— que se han hecho un camino en el teatro chileno a punta de obras reconocidas por el público y por la crítica. Cock (2014) se montó siempre a sala llena, igual que La Grabación (2013), que fue la primera vez que Viguera trabajó con el GAM, en una producción que tuvo como protagonistas a Delfina Guzmán y Elisa Zulueta. Fue ahí cuando comenzó el vínculo con el GAM, que iba a derivar en que coprodujeran Happy End.

Happy End - cred.jpgTodo este trabajo empezó hace dos años, pero fue en el segundo semestre de 2015 cuando ya se dedicaron de lleno a la obra. Hubo dos audiciones de actores: una cerrada —en la que Viguera convocó a varios actores que ya había imaginado que interpretarían bien algunos de los papeles, como Gabriel Urzúa y Gloria Münchmeyer— y otra abierta en el GAM, a la que se presentaron alrededor de 300 personas.

—Hubo una preselección y vimos 40 actores. Tenían que actuar una escena y cantar una canción. Fue un trabajo largo, pero ahí aparecieron personas muy importantes. De hecho, la protagonista entró por ahí —cuenta Viguera.
La elegida fue Geraldine Neary, quien había actuado en la teleserie Matriarcas y que se presentó a la audición como una más.
—Ella entendió de inmediato el lenguaje de Brecht. Uno imagina en la cabeza cómo es el personaje, cómo habla, cómo se mueve, y ella lo hizo todo. Entendió el humor, entendió hacia dónde iba el texto.

Una vez que tuvo todos los actores, Viguera comenzó a armar el puzle. No era la primera vez que dirigía un musical —ya había hecho Peter Pan. el musical hace un par de años—, sin embargo esa obra era una propuesta evidentemente masiva, no tan compleja como Happy End, que Viguera define como una comedia musical donde los actores no están cantando ni bailando durante toda la obra. Hay algunas canciones, pero también muchas escenas en las que veremos a Neary, Urzúa y Münchmeyer compartir escenario con Bastián Bodenhöfer, Elvira López y Felipe Castro, entre otros actores que cantarán y bailarán e interpretarán esta historia, en la que vemos a un grupo de criminales y gangsters confrontarse con el Ejército de Salvación, en el Chicago de los años 20, en medio de un amor no correspondido, que volverá esta confrontación un poco más confusa, más impredecible.

—Han sido meses de mucho trabajo. Hay que estar atento a muchas cosas, porque está la música y los actores, las coreografías, las escenas mismas, entonces hay que estar muy concentrado. Además, el actor es un ser sensible, que siempre quiere que uno esté encima, pero creo que esta vez se dan cuenta de que la obra requiere un trabajo más complejo, así que no han puesto ningún problema —cuenta Viguera, quien se tomó junto al equipo unos días de vacaciones en febrero, pero ya volvieron a los ensayos, a trabajar escena por escena, canción por canción, y a ir viendo cómo funciona el todo: la orquesta, las coreografías, esas más de 20 personas moviéndose arriba del escenario.

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Este 2016 se cumplen 60 años desde la muerte de Bertolt Brecht. Se montarán más obras de él durante el año, pero la particularidad de Happy End es que es uno de sus trabajos menos conocidos. La obra se estrenó en Berlín en 1929, un año después de presentar su musical más famoso, La ópera de los tres centavos. Sin embargo, Happy End encontró una mayor repercusión varias décadas después, cuando se estrenó en Broadway, con Meryl Streep como protagonista.
Viguera nunca había dirigido una obra de Brecht, a pesar de que le gusta mucho su trabajo. Tenía ganas de montarla desde hacía tiempo, pero no había encontrado el momento, hasta ahora.

“Las obras de Brecht son muy actuales. ‘Happy End’ es muy actual. Creo que al país nos llega un Brecht un poco sobreideologizado. Eso hizo que muchas de sus ideas  llegaran como un cliché, pero si se lo lee con más atención, se descubren cosas muy importantes”.

—Creo que las obras de Brecht son muy actuales. Happy End es muy actual. Claro, la ideología puede que resulte un poco añeja, pero revisando el marxismo desde un lado más complejo, sigue estando vigente. Brecht nunca quiso moralizar, al revés, él quería aplicar el método dialéctico, quería exponer los problemas y que las ideas entraran en conflicto y así sacar conclusiones —explica Viguera—. Creo que al país nos llega Brecht un poco malentendido, un poco sobreideologizado. Eso hizo que muchas de sus ideas llegaran como un cliché, pero si se lo lee con más atención, se descubren cosas muy importantes.

Sabe que en Chile no hay una gran tradición de ver musicales, pero está tranquilo porque dice que han trabajado mucho, que el equipo realmente está a la altura de lo que significa el proyecto. Sabe, también, que es un desafío personal. Viene de dirigir una obra exitosa en la que sólo había dos actores. Ahora, en cambio, es mucha gente arriba del escenario, es otro ritmo, otros problemas que resolver, pero a Viguera le gusta que sea así. No le interesa encasillarse en un estilo, en una forma. Le interesa la versatilidad. De hecho, a mediados de año, en el Teatro UC estrenará Conferencia sobre la lluvia, un monólogo escrito por Juan Villoro y que será interpretado por Alejandro Goic. Y ya prepara una obra nueva para el segundo semestre, pero de la que prefiere no adelantar mucho. Algún día, también, espera regresar al cine, luego de debutar con Pérez (2012), cinta por la que obtuvo el premio al Mejor Director en Sanfic. Pero no se apura. Está tranquilo. Sabe que tras el comienzo de todo hay un Happy End.

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